Las revoluciones más asombrosas casi siempre tienen que ver con la tecnología. Revoluciones que, como su nombre lo indica, se dan tan rápido que a veces no sabemos cómo afrontar el cambio. Aunque vienen de buenas intenciones, de ideas que han lanzado algunos sobre cómo solucionar los problemas del mundo, en ese acelerado cambio muchas veces no hay tiempo para pensar qué puede salir mal.
Este es, precisamente, el temor que manifestó la Real Sociedad de Londres para el Avance de la Ciencia Natural, ante la idea de tener implantes cerebrales que les permitan a las personas comunicarse telepáticamente. Una tecnología que, según la Sociedad, estaría avanzando muy rápido y en la que se necesita una investigación urgente.
En un informe llamado “iHuman”, y reproducido parcialmente por el periódico The Guardian, la Sociedad advierte que, si no tenemos cuidado, este tipo de implantes cerebrales podría reproducir aún más la inequidad.
«En 10 años, esto probablemente afectará a millones de personas», explicó Tim Constandinou, director del laboratorio de interfaces neuronales de próxima generación en el Imperial College de Londres y coautor del informe. A pesar de que la tecnología aún no está disponible, el informe cree que para 2040 ya estaría ayudando a las personas que tienen parálisis corporal a caminar, así como aliviando a quienes tienen episodios depresivos. Uno de los puntos que, además, genera más polémica, es que está tecnología se esté explorando para conectar a las personas telepáticamente.
“Las personas podrían comunicarse telepáticamente hasta cierto punto, capaces de conversar no solo sin hablar sino sin palabras, a través del acceso a los pensamientos de los demás a un nivel conceptual. Esto podría permitir una colaboración sin precedentes con colegas y conversaciones más profundas con amigos”, señala el informe.
Sin embargo, según explica The Guardian, esto viene con sus problemas y riesgos. Una de ellos es que esta herramienta se convierta en un lujo de las naciones más ricas, haciendo más ancha la brecha entre países y convirtiéndose en una poderosa arma. “El acceso a los pensamientos, estados de ánimo y motivaciones de las personas podría conducir al abuso de los derechos humanos», dice el informe. Además, señala que algunas compañías pueden esperar que sus empleados usen dispositivos que revelen sus sentimientos internos.
Ante esto, la Real Sociedad pide que se discuta, lo más pronto posible, sobre las dudas éticas que comprenden estos desarrollos e, incluso, proponen que se cree un cuerpo o entidad que regule el tema.
«Como ha demostrado nuestra experiencia con las redes sociales, necesitamos pensar con anticipación sobre quién controlará estos datos y para qué podrían usarse, para protegerse contra posibles usos dañinos», dijo a The Guardian Sarah Chan, coautora del informe. «Si la experiencia reciente nos ha demostrado algo, es que el consentimiento individual y la opción de entrar o salir no es suficiente para proteger a los individuos o la sociedad en general».