Raúl Jiménez Guillén1
Xicoténcatl es la figura más emblemática de los tlaxcaltecas. La entidad se asume como subordinada a este linaje: Tlaxcala de Xicoténcatl. En la capital existen infinidad de calles, escuelas que llevan su nombre. La estatua del guerrero de la garza blanca aparece al dar la vuelta en cualquier esquina. Pero, quién es éste personaje. Hijo de Xicoténcatl, cacique del señorío de Tizatlán, capitán general de las tropas tlaxcaltecas. El único que desafía la propuesta de aceptación pasiva de la fuerza y poderío de los españoles, los enfrenta, no logra vencerlos y ello marca su destino. Díaz del Castillo (2017: 125) lo describe: “Era este Xicotenga alto de cuerpo y de grande espalda y bien hecho, y la cara tenía larga e como oyosa y rebusta; y era de hasta treinta y cinco años, y en el parescer mostraba en su persona gravedad”. Algunos cronistas se refieren a él como: “De mala condición, porfiado y soberbio” (Díaz del Castillo, 2017), “hombre alocado, de poco consejo y muy mudable en sus pareceres, alterado” (Muñoz Camargo, 2007), “enemigo de los hombres blancos” (Orozco y Berra, 1880), “hombre destemplado y soberbio” (Solís, 1970). El capitán de las tropas, vive escasos 2 años desde la llegada de los españoles hasta su muerte. Siendo ahorcado como traidor a la alianza hispano-tlaxcalteca ¿Por qué en tan poco tiempo experimenta esta transformación y su existencia parece buscar la muerte que le llega de la forma más ruin para un guerrero? Y 300 años después resurge con el movimiento de independencia porque se convierte en la imagen de lucha libertaria. Aunque los tlaxcaltecas, inicialmente se oponen a ese movimiento porque les significa la pérdida de sus privilegios como súbditos de la corona.
La humillación del guerrero
Cuando los españoles llegan a las fronteras del territorio tlaxcalteca, en la ciudad se reúnen los principales caciques de los señoríos. Maxicatzin aboga porque se reciba y deje pasar a los “llegados del mar océano”. Xicoténcatl, el joven, se opone y propone hacerles frente, porque eso es lo que les ha permitido mantener su autonomía. Temilutecutl [posiblemente Tlehuexolotzin] propone implementar ambas propuestas. Por un lado, enviar mensajeros invitándolos a pasar por el territorio, ofreciéndoles ser bien recibidos y por el otro, “dióse órden á Xicoténcatl, el joven, para ponerse al frente de las guarniciones orientales y salir al frente do los extranjeros” (Orozco y Berra, 1880: 198). Después de varios encuentros, no logran derrotarlos y, por tanto, ordenan a Xicoténcatl sea el embajador para pedir perdón e invitar a los “monstruos salidos de la espuma de la mar” a pasar a Tlaxcala. Bernal Díaz del Castillo (2017: 125), registra así el momento:
“Y dijo el Xicotenga que él venía de parte de su padre y de Maseescasi y de todos los caciques y república de Tascala a rogarle que les admitiese a nuestra amistad, y que venía a dar la obidiencia a nuestro rey y señor y a demandar perdon por haber tomado armas y habernos dado guerras, …”
La humillación personal como capitán de los ejércitos tlaxcaltecas lo refieren López de Gómora, Santos de Salazar, Clavijero y otros. Y, es lo que puede explicar uno de los motivos para su posterior comportamiento. Escribe Cervantes de Salazar (1971):
“(Y los ojos rasados de agua, que ya Xicotencatl no podía disimular el dolor que de rendirse en su corazón sentía, dixo, después de haber callado muy poco): «Acuérdate, Capitán valentísimo, que jamás Taxcala reconosció Rey ni señor ni hombre entró en ella que no fuese llamado o rogado. Trátanos como a tuyos, pues te entregamos nuestras personas, casas, hijos y mujeres.» Con esto acabó Xicotencatl, alimpiándose los ojos con el cabo de la rica manta con que venía cubierto” (Capítulo XLVI).
Ante esta actitud, Hernán Cortés se muestra desafiante y no da señales de respeto, ni siquiera de reconocimiento a quien lo enfrenta en el campo de batalla. En términos militares, la acción de Xicoténcatl es más que una rendición, fue la total sumisión.
Al encuentro de la muerte
El hecho de que su ejército y él mismo queden subordinado al ejército español, provoca un cambio de actitud en Xicoténcatl y en toda oportunidad que tiene lo expresa. Se enfatizan en dos de ellas, la última tiene como consecuencia el ser juzgado y colgado. Cuando los españoles “salen huyendo de México”. En Hueyotlipan se realiza una reunión entre embajadores de los Mexicas y los caciques de Tlaxcala, en la que los primeros señalan que una vez que han derrotado a los “teúles”, los tlaxcaltecas tienen la oportunidad de acabar con ellos. La promesa es que con eso se reconcilian aztecas y tlaxcaltecas, y quedan sin cerco de ningún tipo, se reestablecerían las relaciones comerciales y se dividirían el territorio. Xicoténcatl ve con buenos ojos esta propuesta, no así Maxicatzin, quien informa a Cortés. Según Díaz del Castillo (2017: 264) este responde así:
“Y a estas palabras que el Maseescaci e su padre Xicotenga el ciego le dijeron, el Xicotenga el Mozo respondió que era muy bien acordado lo que él decía, por tener paces con mexicanos, y dijo otras cosas que no las pudieron sufrir, y luego se levantó Maseescatzi y el Chichimecatecle y el viejo de su padre, ciego como estaba, y toman mal Xicotenga el Mozo por los cabezones de las mantas e se las rompieron, e a empujones, con palabras injuriosas que le dijeron, le echaron de las gradas abajo, y las mantas todas rompidas, y aun, si por el padre no fuera, le querían matar, e a los demás que habían sido en su consejo echaron presos. E como estábamos allí retraídos e no era tiempo de le castigar, no osó Cortés hablar más en ello”.
Si bien, no hay una acción en su contra por parte de Hernán Cortés, si de los caciques de Tlaxcala que encabezados por Xicoténcatl el viejo y Maxicatzin:
“Hiciéronle traer preso al senado, y después de reprender su atrevimiento con destemplada severidad, le quitaron el bastón de general, deponiéndole del ejercicio y prerrogativas del cargo, con la ceremonia de arrojarle violentamente por las gradas del tribunal…”. (Solís, 1991, Libro C, Cap. II).
Esta humillación –la segunda-, al habérsele retirado lo que constituía su identidad, provoca que mantenga una actitud en contra de los españoles, lo que a la postre va a llevarlo a cometer una imprudencia que da pretexto para que sea eliminado. Sobre la conducta que tiene como consecuencia la muerte, existen varias versiones, estas serían 3 de ellas, aunque en las 3, el resultado es el mismo, la tipificación de traidor a la alianza hispano-tlaxcalteca. Veamos: Bernal Díaz del Castillo (2017: 332) lo registra así:
“E yendo que iban los tascaltecas descuidados con su capitán Chichimecatle e otros capitanes con sus gentes, no vieron que iba Xicotenga el Mozo, que era el capitán general dellos. Y preguntando y pesquisando el Chichimecatecle qué se había hecho o adónde había quedado, alcanzaron a saber que se había vuelto aquella noche incubiertamente para Tascala, y que iba a tomar por fuerza el cacicazgo y vasallos y tierra del mismo Chichimecatecle.”
Cervantes de Salazar (1971) expresa que:
“Xicotencatl, que estaba con Pedro de Alvarado, supo la ida de aquel señor, y como siempre tuvo el pecho dañado y nunca había hecho cosa que no fuese por fuerza, procurando cuanto podía dañar a los españoles, secretamente una noche, sin que nadie lo supiese, con algunos amigos y criados se descabulló, procurando con su ausencia resfriar las voluntades de los que él tenía a cargo, y que poco a poco se fuesen todos tras dél”. (C. CXXI).
Muñoz Camargo (2007) da una versión muy diferente:
“teniendo amores con una Cacica muy principal Señora, y no pudiendo sufrir tan grande ausencia, se vino de la guerra, y lo mismo hizo otras dos veces, que le fueron perdonadas: no curó de mirar en lo más importante, que yendo últimamente con Cortés se volvió…” (C. IX)
Pero haya sido por el arrebato de unas tierras, por crear un vacío en el ejército o por una mujer, lo cierto es que, al abandonar las filas del ejército, da a Hernán Cortés el pretexto para eliminar a quien, desde su llegada había sido su adversario y a quien temía por su influencia entre los tlaxcaltecas.
Por ello ordena que sea apresado y sin más ahorcado. Lo que ocurre en un pueblo cercano a Texcoco, bajo el argumento de que al desertar del ejército se convierte en un traidor según las reglas de la milicia española y de la tlaxcalteca. Se comparte que esta acción no pudo haber sido realizada sin la autorización de los caciques de Tlaxcala, principalmente de Xicoténcatl el Viejo, ya que Maxicatzin tenía tiempo de haber fallecido.
La vida del guerrero se desvanece
Xicoténcatl el joven. Es la figura con la que se representan los tlaxcaltecas y con la que buscan resolver la contradicción que les impide, la mayor de las veces, reconocer que participan como conquistadores en la “conquista de México” y de las que tienen que renunciar a sus privilegios para formar parte de lo que hoy es México.
En dos años, que van del mes de mayo de 1519 en que llegan los españoles a los territorios de Tlaxcalllan y el 12 de mayo de 1521 es ahorcado acusado de traición a la alianza hispano tlaxcalteca.
Los 24 meses que vive bajo la sombra del mando español, es objeto de varias humillaciones. La primera y determinante, pedir perdón al conquistador –obligado por su padre y Maxicatzin– ante el fracaso militar.
Los cronistas e historiadores dan varias versiones sobre el comportamiento que lo lleva a la “traición”: una mujer, un territorio, el rencor, etc. Cualquiera que haya sido, sirve de pretexto al conquistador para que ordene su detención, le realice un juicio sumario, lo condene por traición y lo sentencie a morir colgado de una soga. Su conducta quizá se explica en el contexto de la milicia y sea la forma en que busca resolver el conflicto personal, ya que siendo guerrero no muere en el campo de batalla, ni en la piedra de sacrificios. Por lo que busca hacerlo, aunque no sea en la forma que quizá no esperaba. Pero su reiterado desafío hacia allá lo conduce.
Durante 298 años es olvidado, hasta que los ilustrados mestizos tlaxcaltecas buscan figuras que respalden su lucha de independencia de una república local que difícilmente existió, pero que les permite ser considerados vasallos de la corona para ligarse a una república que busca nacer, pero que demanda renunciar a la misma.