El linchamiento de San Miguel Canoa

O. A. Romero Melgarejoa

a Centro de Investigaciones Interdisciplinarias Sobre Desarrollo Regional, Universidad Autónoma de Tlaxcala, Boulevard Mariano Sánchez No.5, Centro, 90000, Tlaxcala, Tlax., México.

RESUMEN
El trabajo trata del linchamiento de San Miguel Canoa, Puebla, donde refuto la tesis de Rene Girard (1983), quien asume que la violencia suele ser provocada internamente entre los miembros de una comunidad, pero considero que tal fenómeno también puede ser en contrario, como ocurrió con los trabajadores de la Universidad Autónoma de Puebla linchados en esa comunidad agraria en septiembre 14 de 1968. El objetivo de la presente investigación es mostrar que los caciques agrarios consideraron más efectivo asesinar y herir gravemente a algunos actores que no estaban en la disputa de los recursos naturales, económicos y políticos de Canoa. La aportación central de la investigación sobre un proceso violento como el linchamiento, constituye la explicación del papel que juegan los caciques como los gobernantes reales y los explotadores de los campesinos que usaron la violencia como un recurso de control comunitario, al mismo tiempo que la iglesia católica funge el papel de justificador del orden económico y político en la comunidad de Canoa, Puebla.

INTRODUCCIÓN
En este trabajo de investigación explico el linchamiento de Canoa a partir de cómo los factores económicos, políticos y religiosos posibilitaron el desarrollo de un suceso violento ocurrido el 14 de septiembre de 1968, donde unos actores sobresalientes, representados en los caciques, utilizaron la violencia sistemática para mantener el control y el poder, sobre una sociedad agraria. El caso analizado nos interesa porque constituye un fenómeno violento donde la intención de los caciques fue provocar un daño moral y físico a unos fuereños trabajadores de la Universidad Autónoma de Puebla y un habitante de la misma comunidad, que vivieron el terror de la agresión física hasta causarles la muerte.

EL CASO
En San Miguel Canoa y las comunidades campesino indígenas esa tarde de negros nubarrones no fue extraño el inicio de la lluvia de septiembre, cuando descendieron del autobús de Puebla los excursionistas que se disponían escalar el Volcán La Malinche, se protegieron en una tienda donde compraron comida en lata. Debido a que la lluvia no aminoraba, decidieron quedarse en la comunidad y pedir posada en la Iglesia católica, pero un grupo de hombres armados les dijo que se fueran “porque podría ocurrirles algo malo”.

Los excursionistas asustados quisieron regresar a Puebla, pero a las 19:30 horas no había servicio de autobuses. La única opción era caminar 16 km. a la ciudad o, de plano, esperar un taxi que nunca llegó. Durante la espera conocieron a un campesino, al que platicaron lo ocurrido, quien ofreció la casa de su hermano Lucas García para dormir una noche. Ellos aceptaron y se encaminaron a la casa.

En el camino oscuro, rumbo a casa de Lucas, los trabajadores de la Universidad Autónoma de Puebla oyeron como repicaban las campanas de la Iglesia y se pedía, a través de un aparato de sonido, que la gente con armas acudieran a capturar unos bandidos. Los centenares de campesinos, reunidos en el centro de la comunidad, fueron a la casa de Lucas. En la casa gritaban : ¡Abre Lucas, que vamos a sacar a esos estudiantes comunistas! Pero Lucas contestó que no eran estudiantes ni obreros y que no venían a nada malo; comprometiéndose a sacarlos de la comunidad en esos momentos. La muchedumbre compuesta por 1500 hombres armados, no entendía nada. Derribaron la puerta, intimidaron a gritos y golpes a los de la casa, quienes fueron expulsados. Lucas fue el primero que mataron a machetazos, luego Ramón Gutiérrez Calvario, Jesús Carrillo Sánchez y Odilón Sánchez Islas, cuyos cadáveres quedaron tendidos, entre el lodo y los ríos de agua, a cierta distancia uno de otro. A los empleados universitarios restantes, los llevaron al zócalo, golpeándolos y cortándoles el cuerpo, mientras les preguntaban ¿a qué vinieron a Canoa? Debido a la golpiza fingieron que estaban muertos. La policía de Puebla los rescató gravemente heridos, trasladándolos en las ambulancias de la Cruz Roja a los hospitales de la ciudad de Puebla.

EL CONTEXTO
En la comunidad agraria de San Miguel Canoa, existían un grupo de caciques articulados a la Liga de Comunidades Agrarias del PRI estatal, que en la década de 1960 mantuvo el control y el poder de la comunidad, valiéndose de un sistema de dominio violento, que usaron para intimidar a sus oponentes políticos, que eran los campesinos pertenecientes a la Central Campesina Independiente (CCI). En este contexto local de conflicto y violencia, unos excursionistas que trabajaban en la Universidad Autónoma de Puebla al escalar el Volcán La Malinche fueron linchados al alojarse en una noche lluviosa, con una familia militante de la CCI, donde el dueño de la casa, Lucas García, murió defendiéndolos, sin saber los excursionistas que este campesino tenía fuertes disputas con uno de los dueños de los autobuses de servicio público, que era su pariente, y con el párroco Enrique Meza Pérez, aliado de las autoridades locales y los hombres ricos, es decir, de los caciques. ¿Por qué asesinaron a los excursionistas? Evidentemente el desconocimiento de que su anfitrión tenía fuertes pugnas con los caciques y el párroco fue el blanco perfecto para destruir la familia opositora y a sus invitados. Pero, qué existía más allá de este hecho violento.

Las condiciones de pobreza de Lucas García, como otros campesinos de Canoa, constituía un mal general, que estaban compelidos, en 1963, a cooperar con dinero, trabajo o especie para la construcción o remozamiento de las obras materiales como el entubamiento del agua, la energía eléctrica, la carretera y la construcción de la iglesia, encabezadas por el párroco Meza Pérez, puesto que había maniobrado políticamente para suplir a las autoridades oficiales en esas actividades que constituían un despojo de los depauperados campesinos y leñadores. La sociedad agraria de Canoa vivía con escasos recursos económicos a pesar que constantemente ocurría la extracción de dinero, con el subterfugio del desarrollo comunitario y las cooperaciones para los santos y vírgenes católicos, en un proceso de explotación por parte de los dominadores de la sociedad agraria. La exacción no sólo era interna, sino frecuentemente desde el exterior pululaban gavillas que robaban borregos y otros animales, o las propias autoridades locales resguardados por los guardias rurales, se introducían en la noche a las viviendas para confiscarles sus animales, aperos de labranza y hasta cobijas. Estas condiciones de explotación sistemática, interna y externamente, fueron generando una inconformidad y resistencia política y económica centrada en la Central Campesina Independiente, que cuestionó el sistema político caciquil y sus mecanismos exacción de dinero. A pesar de estas difíciles condiciones económicas y políticas, los caciques y el párroco promovieron conjuntamente la apertura formal de la carretera de Canoa a la ciudad de Puebla, a cambio de modificar el status político del municipio por el de una Junta Auxiliar, con la consecuente subordinación de su territorio, la pérdida de los bosques, los recursos acuíferos y presupuesto federal y la autonomía municipal. Evidentemente que tal proceso político formaba parte de los intereses económicos de los industriales poblanos y las políticas del PRI, que en 1962, ampliaron el territorio de la ciudad de Puebla donde asentar sus nuevas empresas; con la alianza de los caciques de Canoa que se encargaron de representar a los ciudadanos poblanos como los depredadores de sus territorios y su municipio. En adelante, los habitantes de Puebla de Zaragoza constituyeron el referente de los que provocaban los robos, pero no necesariamente los caciques que los intimidaban para comprarles tierras a precios irrisorios o bajo ciertas triquiñuelas donde se usaba la represión.

LOS HECHOS FORTUITOS
Días antes de ocurrido el linchamiento, unos estudiantes de la Universidad Autónoma de Puebla, supuestamente se habían robado una gallina al retirarse de Canoa, cuando fueron a realizar una reunión con campesinos de la Central Campesina Independiente, para dar a conocer el movimiento estudiantil de 1968, con el interés de pedir apoyo para la huelga de estudiantes que en esos días estaba vigente. Evidentemente que los estudiantes de esa casa de estudios estuvieron articulados a esa base campesina opositora a los caciques, cuando estos pretendían quitarles sus tierras; casi siempre llegaban en defensa y asesoría por parte de los estudiantes que salían victoriosos en esas disputas. El párroco local, aliado a los caciques, había logrado, a través de los sermones dominicales, crear una representación siniestra de los estudiantes que tachaba de comunistas y ateos, que atentaban contra la religión cristiana; asimismo el traía una cuenta pendiente con los estudiantes poblanos, pues estos habían derrocado de la gubernatura a Antonio Nava Castillo en 1963, quien era su amigo cercano y aliado de los propios caciques de Canoa.

Así, cuando llegaron los excursionistas aquel 14 de septiembre de 1968, los caciques y el párroco aseguraron que, a) realmente los excursionistas eran estudiantes de la UAP, con señalamientos de comunistas por parte de los empresarios, algunos priistas y los jerarcas religiosos y, que por supuesto, estaban a favor del movimiento estudiantil del 68 y, además robaban animales a los campesinos. Consideraron que eran representantes de la sociedad urbana y mestiza que los habían atropellado quitándoles su municipalidad y robándoles su territorio. De tal manera que los actores que provocan el linchamiento estaban ante la oportunidad de enfrentarse a quienes los habían tratado como ciudadanos de segunda, pobres, con costumbres extrañas, que era la viva representación del atraso y del subdesarrollo. Y, b), que los excursionistas confundidos como estudiantes no hicieron alianzas con los caciques y el párroco, sino con sus opositores locales, los de la CCI, lo que podía hacer vulnerable y peligroso para la permanencia del cacicazgo.

Un mes anterior al linchamiento, el párroco mandó traer sus aliados a la Iglesia por medio de las campanas, les dio pulque y les dijo que ahí estaban los comunistas que pretendían convertirlos en ateos y enemigos de Dios. Mandó a las autoridades locales, entre ellos el comandante municipal, para decirles a los de la CCI que no podían hacer mítines. Unos días antes del linchamiento hubo otra reunión con los de la CCI, llamando por teléfono a los policías para echarlos del pueblo.

El párroco y sus aliados los caciques, basándose en unas supuestas amenazas a sus intereses económicos y políticos en la comunidad, provocaron la violencia contra los de la CCI y, además, acabaron contra la amenaza extranjera, lográndose la justificación pública ante campesinos de Canoa, al contar con el argumento válido para lincharlos, a través de las prácticas de usos y costumbres que estaban vigentes en la cultura dominante que se usaba para castigar a los ladrones.

El linchamiento ocurrido el 14 de septiembre de 1968 fue parte del proceso de violencia emprendido por los caciques de San Miguel Canoa, que les permitió mostrar a propios y extraños la vigencia y la fortaleza de su sistema de dominación local. La estructura de dominación del sistema caciquil usó las formas tradicionales comunitarias, el sistema de cargos religioso, que debía ser cumplido como un recurso que le permitía mantener bajo su control a los habitantes de la comunidad. La escalada de violencia que los caciques emprendieron contra sus opositores de la Central Campesina Independiente fue sólo una justificación basada en la falta de cumplimiento de las normas tradicionales locales, que en el fondo dejaban traslucir la falta de dominio o de consenso para seguir reproduciendo el cacicazgo. Los trabajadores de la UAP linchados se pusieron en la línea de fuego de dos grupos faccionales que habían abandonado la política y habían entrado en el espiral de la violencia. A los caciques les quedó perfectamente bien cuando los trabajadores de la UAP se quedaron alojados en casa de un hombre de la Central Campesina Independiente, puesto que el círculo de la violencia alcanzó su cuadratura con ellos y, sobre todo, cobraron la cuenta de la relación política que los estudiantes de la UAP habían establecido con esa agrupación campesina independiente.

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