Violencia y agresión. Notas etológicas y primatológicas

Alberto Conde Flores
homoconde@gmail.com

Profesor-Investigador. Centro de Investigaciones Interdisciplinarias Sobre Desarrollo Regional.

Universidad Autónoma de Tlaxcala

Introducción
La sociedad humana contemporánea está inmersa en una vorágine de circunstancias que configuran el rostro cotidiano de los individuos y grupos sociales, una de estas situaciones es altamente evidente debido a que prácticamente cada día, en los medios de comunicación y fuera de éstos, es común leer, ver y/o escuchar el reporte de asaltos, golpes, riñas, secuestros, asesinatos, sangre, etc.; una multiplicidad de formas y facetas donde la protagonista es: la violencia. Un fenómeno donde se involucran conductas, actos, personas, escenarios, hechos y consecuencias inesperadas, calificadas como no deseadas, por las afectaciones que se generan a individuos y/o grupos sociales. Ante este contexto surge el cuestionamiento: Por qué y qué es la violencia. Con el afán de aportar a la discusión, desde un ámbito teorético-epistémico, en este escrito muestro algunas notas al respecto, emanadas de la etología y la primatología. Inicio, presentando a estas disciplinas: Etología y primatología, y manifiesto que el humano es un primate. Posteriormente muestro algunas perspectivas relativas a qué es la violencia; aquí, procuro ligar el fenómeno de la violencia al concepto de agresión -un término asociado a ésta-. Más adelante, presento algunas cavilaciones en torno a la agresión y la violencia, en etología y primatología. Para finalizar, comento sobre la posibilidad de diálogo entre etología, primatología y ciencias sociales, respecto al intento de generar conocimiento científico en estas últimas, acompañadas de las primeras; particularmente para el caso de la agresión y la violencia. En general el texto se enfoca al diálogo entre las ciencias naturales y las disciplinas sociales.

Etología
La etología es una disciplina, de la biología, que estudia la conducta de los animales considerando determinantes fisiológicas y ambientales (Campan, 1990; Klein, 2000); al referirse a animales la etología incluye al humano. La etología postula que para estudiar la conducta es obligado atender: 1. Que el bagaje conductual de cualquier especie es producto de su historia evolutiva, lo mismo que su morfología; ambas son adaptaciones, condicionadas por el medio, en el proceso de la evolución y regidas por la selección natural; 2. Que el estudio de la conducta debe de realizarse en el medio natural, donde la especie objeto se encuentra (Alsina, 1986).
La etología es una disciplina más de las que pretenden comprender al humano, haciendo converger lo biológico y lo social. El desarrollo de la misma generó una especialidad: la etología humana, ésta es definida como la biología de la conducta humana, la cual sigue las directrices de la zooetología clásica (Klein, 2000). Esta área de la etología, fundada por Irenäus Eibl-Eibesfeldt, discípulo de Lorenz, plantea que los humanos tienen en común con otros animales gran número de pautas atávicas pre-programadas (agresividad, conducta sexual, sociabilidad, relación madre-hijo, territorialidad, etc.). Sin embargo, esta herencia biológica de comportamiento no determina a los humanos, más bien les posibilita desarrollar una serie de habilidades y aptitudes para poder estar socialmente en el mundo, esto debido a la vida en grupo (Eibl-Eibesfeldt, 2004); reforzando el planteamiento, Alejandro Estrada dice que:

“Los etólogos nunca han afirmado que todo es de origen genético ni que todo es aprendido. Los etólogos ven tanto la aportación de lo que viene determinado genéticamente como lo adquirido en la ontogenia por medio de procesos de aprendizaje, reconociendo que hay formas de conducta que adquirieron su adaptabilidad específica a lo largo de la historia evolutiva de la especie” (Estrada, 2003: 88).

Por estos dos ámbitos, biológico y social, presentes en la especie humana, la etología considera que es factible abordar al humano; por lo que no es extraño que una disciplina que empezó estudiando otros animales, se interese por el humano.

Primatología
A decir de Alejandro Estrada y colaboradores “La Primatología: es una disciplina científica definida por los sujetos de estudio y no por la especialidad académica del investigador. Es una ciencia en la que se amalgaman las ciencias naturales y sociales” (Estrada et al., 1993: 11). “La primatología es, se ha dicho, el estudio de los primates” (Martínez, 2007: 86). Y qué son los primates, éstos son simios y monos.

“… primate es un animal ungulado (que tiene garras o uñas), clavicular (que tiene clavículas o huesos a la altura del cuello); es un mamífero placentario, con órbitas oculares rodeadas de hueso, que tiene tres tipos de dientes (incisivos, caninos y molares) por lo menos una vez en su vida; cuyo cerebro contiene siempre un lóbulo posterior y una fisura (es decir, un hundimiento en la superficie del lóbulo posterior); cuyos dígitos más internos, en por lo menos uno de los pares de extremidades, son oponibles; cuyo pulgar del píe tiene una uña plana o ninguna; un cacum o intestino ciego; un pene pendular; testículos escrotales y siempre dos mamas pectorales…” (Conroy, 1990: 3-4, en Martínez, 2007: 77).

Los primates son portadores de una serie de atributos físico-biológicos, este punto de vista se ha visto enriquecido al plantearse que no sólo existen similitudes biofísicas; diversos estudios manifiestan y reconocen pautas conductuales, de orden biológico y sociocultural, estrechamente compartidas entre todos los primates. Al hablar de todos los primates, la primatología considera al ser humano; ya que, debido a las condiciones evolutivas -biofísicas, sociales, culturales- del Homo sapiens sapiens, éste está incluido en el orden Primate.
La especie humana está ubicada como un organismo más, pertenece a uno de los reinos en los que se ha clasificado la vida; la taxonomía al respecto es: dominio Eukaria, reino Animalia -animal-, clase Mamalia -mamíferos-, orden Primate -primates-, familia Hominidae -homínidos-, género Homo, especie Homo sapiens, subespecie Homo sapiens sapiens (Arsuaga, 2002; Standford, 2002). Así, el humano es un animal, primate; conocido en primatología como el primate humano.
Con esta lógica, la primatología podría aportar al estudio del humano; lo que, posiblemente, se traduciría en conocimiento para las ciencias sociales, parafraseando a Washburn: “…la promesa de la primatología es un mejor entendimiento de una peculiar criatura que nosotros llamamos hombre” (Washburn, 1973: 182, en Ponce de León, 2007: 57).

Violencia y agresión
La violencia, a decir de Keane, es “cualquier acto no pedido, pero intencional o parcialmente intencional, de violar físicamente el cuerpo de una persona quien previamente había vivido en paz” (Keane, 1996: 253). El concepto no queda aquí, va más allá; Gil-Verona y colaboradores manifiestan que el término es muy complejo y discutido, de una imprecisión considerable, ellos presentan tres niveles de generalización y abstracción:

“1. En su forma más abstracta violencia significa la potencia o el ímpetu de las acciones físicas o espirituales. […] 2. En un sentido más concreto, la violencia puede ser definida como la fuerza que se hace a alguna cosa o persona para sacarla de su estado, modo o situación natural. […] 3. Por último, en un nivel semántico más preciso y restringido, violencia es la acción o el comportamiento manifiesto que aniquila la vida de una persona o de un grupo de personas o que pone en grave peligro su existencia” (Gil-Verona et al., 2002: 294).

Es perceptible que la violencia es una situación-acción que está dirigida a dañar intencionalmente a otro u otros, por el uso de ésta se genera un contexto impregnado de negatividad debido a que “se utiliza comúnmente para señalar el magma conflictivo, irascible, impetuoso, iracundo, injusto, exasperante, mimético y brutal en el que se mueven las relaciones entre los hombres” (Barahona, 2006: 1). Así la violencia se convierte en “una acción (o in-acción, es decir omisión) intencional y dañina” (Sanmartín, 2012: 147). A partir de ello la ocurrencia de la violencia es cuestionada por la sociedad, donde “La violencia se condena por sus consecuencias, no en sí misma” (Domenach, 1981: 34), ya “que incluye conductas antisociales y oposición a las normas y valores establecidos culturalmente” (Gómez, 2014: 115). Al trasgredir los consensos sociales, dañando a individuos del mismo grupo social, la violencia se presenta como un problema para la vida en sociedad.
Para intentar entender esto, Sanmartín (2007, 2012) sugiere que hay que distinguir entre un par de fenómenos comúnmente asociados a dos términos, utilizados como sinónimos y no lo son: agresión y violencia. Se hace alusión a la agresión debido a que ésta está en el meollo de la violencia, sin embargo, agresividad no es violencia (Sanmartín, 2012). “La agresividad es una conducta innata que se despliega automáticamente ante determinados estímulos y que, asimismo, cesa ante la presencia de inhibidores muy específicos” (Sanmartín, 2007: 9); los comportamientos agresivos tienen una función adaptativa, dirigida a la conservación de la especie (Gómez, 2014). Por otra parte, “La violencia es agresividad, sí, pero agresividad alterada, principalmente, por la acción de factores socioculturales que le quitan el carácter automático y la vuelven una conducta intencional y dañina” (Sanmartín, 2000, 2002, 2006, en Sanmartín, 2007: 10); la violencia carece de control inhibitorio (De Boer, Caramaschi, Natarajan y Koolhaas, 2009, en Gómez, 2014). La violencia se convierte en problema cuando de la agresión se pasa a la violencia, de lo innato se pasa a la intención de causar daño.

Agresión y violencia en etología y primatología
En etología y primatología, agresión y violencia son términos conceptuales difíciles de definir (Sousa y Casanova, 2005/2006), incluso no existe un consenso al respecto, entre primatólogos y etólogos (Fedigan, 1992, Silverberg y Gray, 1992, Casanova, 2003, en Sousa y Casanova, 2005/2006). De acuerdo a Hinde y Groebel, la agresión es una conducta dirigida a causar daño físico a otro individuo (Hinde y Groebel, 1989, en Sousa y Casanova, 2005/2006). En el mismo sentido se expresa que la agresión puede ser definida como cualquier comportamiento dirigido a dañar o causar heridas a otro ser vivo (Baron, 1977, en Sousa y Casanova, 2005/2006). Por otro lado, Siann distingue entre agresión y violencia, manifestando que la agresión comprende la intención de dañar-herir a otros, pero no necesariamente incluye el contacto físico; la violencia incorpora el uso de fuerza física, incrementada, motivada por la agresión (Siann, 1985, en Sousa y Casanova, 2005/2006). Frans de Waal considera que entre agresión y violencia existe diferencia, para él la agresión es una conducta, con base en el instinto, que se desarrolla a nivel social y guarda correspondencia con el conflicto y la reconciliación; en ello, hay una relación social, la mayoría de las veces estrecha, para que la agresión tenga ocurrencia (de Waal, 2004). Importante señalar que la agresión, se manifiesta con una gama de informaciones emitidas por medio de muecas, gestos, ademanes, lenguaje corporal, sonidos (de Waal, 2004), no existiendo contacto físico entre individuos y/o grupos.
La agresión es un tópico central para comprender las relaciones sociales entre primates humanos y no humanos (Sussman et al., 2005; Wilson, 2007), recientes estudios dan evidencia de que la agresión está asociada a las relaciones y forma parte de la vida social de un grupo, surgiendo el llamado: Modelo de Relaciones (The relational model) (de Waal, 2004). La mayoría de primates vive en grupo, lo que conlleva a la competencia entre individuos y colectivos, principalmente por el acceso a recursos como: alimento y territorio; incluso por y para tener compañeros (Lindenfors y Tullberg, 2011; Wilson, 2007), pareja sexual y éxito reproductivo (Sussman et al., 2005); así como la pervivencia de la especie (Lindenfors y Tullberg, 2011; Lorenz, 2010). Lo que desemboca en una gama de conductas, como la agresión y la violencia, que afectan a los grupos y a los espacios de los mismos (Wilson, 2007).
La agresión en primatología, para diferenciarse de la violencia, refiere a las relaciones sociales, a la cercanía de éstas; de manera tal que la agresión desemboca en otra conducta: la reconciliación, ésta es una situación que afianza los nexos de amistad en contextos de competencia intergrupal, donde no hay una colección de conductas aisladas, sino una serie de conductas interconectadas en/por varias vías (de Waal, 2004). La reconciliación es una conducta, definida como amistosa, que ocurre después de que los oponentes han tenido un conflicto; con la reconciliación existen una gama de conductas emitidas de manera ritualizada: pre-agresión, agresión, y post-agresión (de Waal, 2004). Parafraseando a Lorenz (2010) la agresión sirve para algo bueno, en este caso para la cohesión del grupo.
Las relaciones en primates son de tipo cíclico: agresión-reconciliación, agresión-reconciliación, y son una vía para la negociación en/de las relaciones sociales (de Waal, 2004). La agresión, por sí misma, no es necesariamente algo negativo; ésta depende de cómo están integradas las relaciones sociales (de Waal, 2004). En esta tónica, Crofoot y colaboradores sugieren que los sistemas sociales animales dependen de conductas afiliativas y agonísticas, observar y contar con estas interacciones proporciona herramientas para acercarse a la estructura social de un grupo (Crofoot et al., 2011). Las relaciones sociales cíclicas sirven para que los individuos estén en constante negociación (Sousa y Casanova, 2005/2006; de Waal, 2004). Así, en primates no humanos, la agresión funciona como una relación que cohesiona y estructura al grupo (Crofoot et al., 2011; de Waal, 2004), regula y evita la violencia (de Waal, 2004).

Breve nota reflexiva
Con la etología y la primatología el primate humano es asumido y conceptualizado como el animal primate que es, por lo que no es raro que estas disciplinas lo vean como objeto-sujeto de estudio; Desmond Morris lo manifiesta así: “Yo soy zoólogo, y el mono desnudo es un animal. Por consiguiente, éste es tema adecuado para mi pluma, y me niego a seguir eludiendo su examen por el simple motivo de que algunas de sus normas de comportamiento son bastante complejas y difíciles” (Morris, 1983: 7). Con esta perspectiva, se aprecia que algunas características, propias del humano, son rasgos comunes del mundo animal-primate, resultado de los procesos de la evolución; peculiaridades implementadas como instrumentos de supervivencia de la especie (Arranz, 1994). Aquí es donde una conducta para la conservación: la agresión, y una conducta aprendida socialmente: la violencia, desde la etología y la primatología, pudieran ser útiles en la búsqueda por comprender estos comportamientos en el humano de Waal (2004). En esta visión, la agresión se corresponde con las relaciones sociales, el grupo, la conservación, la competencia, la dominancia; donde el manejo, vía lo social, de ciertas conductas, como la agresión misma, han permitido la evolución de las especies (McKenna, 1983).
En contraparte, la violencia, una conducta más letal (de Waal, 2004), operaría cuando el grupo se ve amenazado. Sin embargo, en la sociedad humana se considera que ésta es negativa debido a que es una conducta agresiva inmensurable con la que uno o más individuos atentan directamente sobre otro u otros, entre la misma especie y el mismo grupo (McKenna, 1983), con el único fin el causar daño, sin justificante alguna, de manera consciente (Sanmartín, 2007, 2012); lo que se contrapone a lo establecido culturalmente, a las normas y valores (Gómez, 2014).
Incluso se ha dicho que existe un instinto autodestructivo, exclusivo para ocasionar la muerte, pero que debido al grupo social este instinto se neutraliza (Freud, 1920, en McKenna, 1983). En adición, también se habla de exclusividad: “La violencia destructiva o la agresión aniquiladora contra la vida y los bienes de una persona o de un colectivo humano son comportamientos manifiestos de la conducta humana” (Gil-Verona et al., 2002: 294). En este sentido Lorenz reflexiona, pesimistamente, al referirse a la especie humana; él considera que la violencia podría conllevar a la destrucción, debido a que, al parecer, la intención innata de la agresión ha sufrido un giro drástico en su función original: “Las pautas innatas de comportamiento pueden ser trastornadas por cualquier cambio, insignificante en sí, de las condiciones del medio. Tan incapaces son de acomodamiento rápido que en circunstancias desfavorables la especie puede desaparecer” (Lorenz, 2010: 60), esto debido al desemboque social-cultural en un fenómeno desmesurado como la violencia.

A manera de cierre
En el escrito, pongo a consideración un enfoque que busca un acercamiento diferente al humano, en la lógica de compartir e intercambiar conocimiento entre ciencias naturales y ciencias sociales. En este sentido, sugiero que etología y primatología sean contempladas por las disciplinas sociales para construir posturas epistemológicas distintas en la generación de ciencia en torno al humano. Para el caso de la agresión se puede decir que es una conducta innata, orientada a la conservación bio-social de la especie; sin embargo, la violencia al ser intencional cobra un matiz social y cultural asumido con negatividad por los colectivos humanos, aun sin respuesta para su explicación. Seguro hay mucho que discutir y varias perspectivas disciplinares que conocer, por lo que: “Como dijera Hilary Callan (Etología y sociedad), no pretendo que la etología nos dé una explicación suficiente y necesaria de la vida social humana” (Raya, 2002), simplemente sugiero voltear un poco al ser biológico que es el humano, para intentar otras ópticas respecto del ser social y cultural que también es el humano.

 

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