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Juan Pablo Neri Pereyra
jp.neri157@gmail.com
El objetivo de este texto es presentar de manera sucinta los hallazgos de mi investigación de maestría, titulada “Quinua y Campesinado: Articulación capitalista en un contexto rural boliviano”. Mi investigación consistió en un análisis de las relaciones capitalistas de producción que se desplegaron en el altiplano sur boliviano, concretamente en el Municipio de Salinas de Garci Mendoza y la comunidad de Rodeo, a partir de la transformación de la quinua62 en un cultivo comercial de alta demanda a nivel global. Sin embargo, para el presente trabajo me interesa centrarme en una de las características de mi investigación: siguiendo a Eric Wolf (2014), mi objetivo fue mostrar cómo la región del altiplano sur estuvo conectada al sistema económico mayor en distintos momentos, o coyunturas. Para ello, evité un análisis de tipo sincrónico y, en todo caso, decidí seguir el ejemplo de Wolf, así como de William Roseberry (1989, 2014) y de Tania Li (2008 2014), de analizar los procesos y contradicciones actuales, en observancia a procesos anteriores.
En este entendido, el presente trabajo se subdivide en dos partes. Primero, a modo de describir el “teatro de operaciones”, realizo algunas notas sobre la región altiplánica meridional de Bolivia, para luego presentar brevemente los procesos de articulación al sistema económico mayor de esta región, previos a la mercantilización de la quinua. Segundo, analizo la coyuntura de articulación que inicia a partir de la progresiva mercantilización de la quinua y las transformaciones productivas en el altiplano sur, hasta el presente, y me detengo a discutir algunas de las principales dinámicas actuales que pude observar durante mi trabajo de campo, realizado entre los meses de agosto y diciembre del año 2016. Finalmente, presentó algunas reflexiones finales, con respecto al tema de las conexiones, y la importancia de este tipo de análisis en la actualidad.
Altiplano y articulaciones precedentes
El altiplano boliviano es una región agreste, a pesar de su papel fundamental en la historia económica, política y social de Bolivia. En el altiplano tuvo y tiene lugar la tensión entre la lejanía, la movilidad poblacional, y la interconexión e integración a circuitos cambiantes; entre ser una porción y, al mismo tiempo, ser parte de una totalidad en movimiento (Wolf 2014). Es probable que esta tensión haya marcado el grueso de los estudios sobre esta región, sobre todo en lo que respecta a la historiografía y la antropología (Albó y Barnadas 1990; Murra 2004; Platt, Bouysse-Cassagne y Harris 2011; Saignes 2016). En la mayoría de las investigaciones sobre el altiplano y sobre el papel de sus poblaciones a través del tiempo, se hace manifiesta esta tensión. Ya sea que se intentó historizar a la comunidad andina como núcleo de resistencia frente a procesos globales de dominación, o en la descripción de las estrategias locales para insertarse en procesos políticos y económicos de mayor alcance. El altiplano es una región bastante amplia y heterogénea. Abarca desde el norte de la Argentina hasta el sur del Perú, hallándose la mayor parte de su extensión en territorio boliviano (Mapa 3). Al hallarse comprendido entre las bifurcaciones de la Cordillera de los Andes (cordillera real y oriental), el altiplano es una región donde predominan los climas fríos y áridos, o climas de puna. La altura oscila entre los 3700 y 4000 m.s.n.m., aunque en las zonas próximas a los picos cordilleranos, existen poblaciones que habitan por encima de los 5000 m.s.n.m. En términos productivos esta región se caracteriza por suelos cuyo potencial agrícola es bastante vulnerable y, sin embargo, se trata de una región bastante productiva. El altiplano boliviano puede subdividirse en tres subregiones: norte, central y sur. En mi investigación me centro en la parte meridional, que se distingue de las otras subregiones por la presencia de dos salares: Uyuni y Coipasa. Al no haber una fuente de humedad, como en el caso del altiplano norte y central, se trata de una región mucho más árida. Las precipitaciones anuales tienen un nivel de entre 162 y 300 mm al año. El suelo de esta región se caracteriza también por su composición arenosa, que se ha visto acentuada por la erosión eólica63, producto de la extensificación de la producción agrícola. Antes de que iniciara el proceso de expansión productiva de este semicereal, la principal vocación productiva de esta región era pecuaria, sobre todo de ganado camélido y ovino, aunque también hubo una amplia producción de ganado equino (mulas y asnos), introducido a partir del siglo XVII tanto para el transporte de mercancías como para la alimentación (Sanhueza 2011: 5). Por otra parte, esta región es más conocida en la historiografía por su cercanía a Potosí y Porco, los dos centros mineros más importantes durante el periodo colonial (Assadourian 1982). De hecho, Salinas de Garci Mendoza también fue un importante centro minero durante el siglo XVII (López 2016). Por lo tanto, desde tiempos de la Colonia, esta región se articuló, en distintos momentos y de distintas formas, al sistema económico mayor. Este último apunte me permite avanzar a la historia de estas articulaciones de la región de los andes meridionales. A pesar de ser una región alejada y con dificultades para la producción, el altiplano sur siempre estuvo conectado a dinámicas económicas de mayor alcance. La revisión de estos procesos de articulación precedentes me permitió, siguiendo a Eric Wolf, evitar la tendencia problemática de la antropología de analizar un sistema circunscrito y, en todo caso, dar cuenta de los “procesos que van más allá de los casos separables, que se mueven entre y más allá de ellos y que en el proceso los transforman” (Wolf 2014: 32). En cada uno de estos procesos de articulación, se fueron transformando las relaciones sociales y de producción, así como la construcción de identidades locales.
De hecho, siguiendo la propuesta de análisis de Wolf (2014), las conexiones en esta región, y la subsecuente formación de sistemas complejos de intercambio, es muy anterior a la Colonia. Debido a las características climáticas y geográficas de la región del altiplano sur, los ayllus del señorío aymara de los Quillacas se dedicaban principalmente a la actividad pastoril, a partir de la cría de ganado camélido o auquénido. Los cultivos de productos agrícolas (quinua, papa y haba principalmente) estaban destinados al consumo local y al intercambio, pues para la diversificación de la dieta, la producción agrícola se llevaba a cabo en distintos pisos ecológicos, que formaban una red productiva y de intercambio. Este sistema de control territorial e integración comercial fue descrito en varios trabajos (Condarco y Murra 1987; Damonte 2011; Medinaceli 2009; Murra 2004; Platt et al.,2011: 498; Rowe 1946). Extendido en el grueso de las comunidades quechuas y aymaras, este sistema consistía en la colonización de archipiélagos en distintos pisos ecológicos, que aseguraban a los ayllus de los distintos señoríos el acceso a productos tanto de la costa como de los valles interandinos. Siguiendo la descripción de Murra, los pisos ecológicos donde se hallaban las “islas” concentraban poblaciones de distintos señoríos, dando lugar a una composición multiétnica de poblaciones en constante movimiento. “[t]anto la sal como los pastos eran compartidos con salineros, pastores y rebaños de otros grupos étnicos, algunos procedentes de distancias muchos mayores de sus respectivos núcleos” (Murra 2004: 90). La Colonia supuso una serie de cambios de gran importancia, tanto en la organización territorial de la región andina, como en las formas de control territorial y las lógicas productivas descritas anteriormente, además de la reconfiguración del sistema de organización política y económica. El motivo principal de estas transformaciones tuvo que ver con el desarrollo de la economía minera en el yacimiento de Potosí. A partir de la fundación de la Villa Imperial, en 1545, se desarrolla un complejo circuito económico en torno a esta ciudad. Potosí devino en un polo de crecimiento que impulsó el desarrollo económico de todas las regiones circundantes (Assadourian 1982: 20). Esto derivó en la reorganización del espacio y de la población, además de la especialización de regiones productivas y la aparición de nuevas categorías jurídicas para clasificar a la población (Saignes 1991: 104-105). El diseño de control territorial de la Colonia dio lugar a la creación de nuevas entidades jurídicas y territoriales64. La manera en cómo tuvieron lugar los procesos de transformación territorial fue diversa, según cada contexto geográfico. Por ejemplo, como señala Thierry Saignes (1991), en las tierras altas sureñas –o altiplano sur–, estos procesos no habrían afectado tanto. Por su proximidad con Potosí, se generó un “pacto colonial” para viabilizar la provisión de mano de obra y tributo para la mina, haciendo uso de las estructuras políticas del ayllu.
Estas transformaciones supusieron un nuevo proceso de articulación del altiplano sur. Para vincular los pueblos y las ciudades, en el marco del desarrollo del circuito minero de Potosí, se utilizaron tanto redes camineras que fueron utilizadas en tiempos prehispánicos, como redes nuevas. De la misma manera, para el transporte de mercancías y la dotación de alimentos y otros productos para las ciudades y el centro minero de Potosí, se recurrió a los arrieros o llameros que desde antes realizaban viajes para el intercambio local (López 2016). Estos circuitos camineros determinaron la fundación de ciudades, corregimientos y parroquias, para vincular regiones de abastecimiento de productos agrícolas, mano de obra indígena, los puertos y los otros centros mineros de importancia: “Los otros conjuntos mineros fueron: Porco desde épocas pre-hispánicas; Tomahavi, Uyuni, Salinas de Garci Mendoza, Chocaya o San Antonio de Esmoraca, solamente por nombrar algunos” (López 2016: 37). La región del altiplano sur fue de gran importancia para la economía minera colonial, tanto por la mineria, la mano de obra y la presencia de ganadería y arriería que fue una de las actividades más requeridas para la integración comercial.
El desarrollo de la ganadería mular fue considerable, de manera paralela al desarrollo del circuito minero65. Siguiendo a Cecilia Sanhueza (2011, 1992), Clara López (2016) y Tristan Platt (1987b, 2016), la intervención mercantil de los arrieros andinos desde el siglo XVI hasta finales del siglo XIX, tuvo que ver con dos cuestiones: por un lado, la inserción en las nuevas dinámicas económicas para lograr mayores ingresos para el ayllu y/o las familias; por otra parte, como una estrategia de reproducción de los vínculos entre poblaciones en distintos pisos ecológicos. Esto es, la arriería no fue una actividad y/o estrategia homogénea. La introducción del ganado mular para el transporte de mercancías dio lugar al despliegue de nuevas actividades económicas agrícolas. En regiones como Salinas de Garci Mendoza y sus alrededores, debido a las condiciones climáticas y de potencial productivo, el ingreso del ganado mular no desplazó al ganado auquénido o camélido. Aunque sí, en casos específicos como en Salinas de Garci Mendoza, en Llica y en Tahua tuvo lugar el desarrollo de producción agrícola para el forraje del ganado equino (alfalfa y cebada) para dotar a las caravanas de mulas que pasaban por esta zona camino a Uyuni (Laguna, 2011: 32).
Durante mi trabajo de campo en el altiplano sur, tuve la fortuna de poder acceder al archivo epistolar de la familia Pérez, que me fue facilitado por Juvenal, uno de mis informantes clave. Los antepasados de Juvenal se dedicaron al comercio mular a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Siguiendo con lo que señala Juvenal, su abuelo realizaba viajes por la región de Atacama hacia los puertos de Chile. Este es un dato importante pues la región de Atacama formó parte, tanto de los circuitos comerciales prehispánicos, como durante la Colonia, y fue una región comercial y ganadera de mayor importancia (Sanhueza 1992, 2011; Letelier 2016). Es probable que el abuelo de Juvenal se desplazara hacia Cobija por las vías de Atacama. La revisión de las epístolas me permitió conocer el tipo de comercio que llevaban a cabo, basado en una red familiar de dotación de mercancías a distintos poblados de la zona, lo cual permitió un relativo enriquecimiento de esta familia en el periodo señalado. Tristan Platt sugiere que, a mediados del siglo XIX, “[…] el mestizo se dedicaría también al transporte (como arriero) o al comercio minorista; ocuparía cargo de corregidor, la falta de tierras lo llevaría incluso a solicitar parcelas en los ayllus, sometiéndose en este contexto a los curacas indígenas para el pago del tributo correspondiente” (2016: 59).
Siguiendo a Tristan Platt (1987b), durante la primera mitad del siglo XIX, en la región de Lípez, las principales ocupaciones pasaron a ser la arriería y la explotación de sal, seguidas por la agricultura y el trabajo estacional en la minería. Pero, a partir de la década de 1890, la arriería en distintos puntos del altiplano sur, se vio afectada por el ingreso del Ferrocarril, que conllevó del mercado de la sal hacia los centros mineros y urbanos de la región, así como a la reconfiguración de las rutas comerciales de la región, lo cual acarreó un retorno al intercambio no monetizado con comunidades ubicadas en otros pisos ecológicos (Platt 1987b: 236), es decir formas de articulación que formaban parte del acervo de estas poblaciones.
Transformación productiva y articulación contemporánea
El siglo XX trajo consigo nuevos procesos políticos, así como transformaciones productivas y, por lo tanto, nuevas coyunturas de articulación del altiplano sur al sistema económico mayor. El principal proceso político de este periodo fue el tercer gran intento por modernizar el agro, desde el Estado boliviano66. La Reforma Agraria de 1953 fue una de las principales medidas de la denominada Revolución Nacional de 1952. Esta reforma acabó con el régimen de Hacienda, dando lugar a la repartición individual de tierras y la creación de una clase campesina organizada sindicalmente (Dunkerley 2003; Platt 2016). En las zonas rurales donde no se implantó el régimen de hacienda, se reconoció la figura de la comunidad, como fue el caso del altiplano sur. Sin embargo, con el paso del tiempo, las comunidades (Ayllu) también se incorporaron en las estructuras del sindicalismo agrario. Pero la reforma agraria no trajo consigo la prometida modernización del agro, ni siquiera la mejora en las condiciones de vida de los campesinos o la productividad agrícola. Como señalan Kelley y Klein, el efecto de desaparición de las haciendas y, por lo tanto, de todos los circuitos económicos y comerciales que se habían consolidado bajo este sistema, fue que “hubo una caída genuina en la producción y un aumento en el consumo local de los campesinos” (1981: 126).
La reconfiguración del agro fue paulatina y localizada. En caso del altiplano sur, durante la segunda mitad del siglo XX, la economía agrícola estaba volcada hacia lo local. La actividad económica principal en la región del intersalar era la crianza de ganado camélido o auquénido, combinada con la producción de determinados productos agrícolas de manera estacional (papa, quinua y haba notablemente). La aridez y una mayor cantidad de días de helada al año fueron factores determinantes para que en esta región no hubiera cambios tan drásticos en la producción agrícola y, en todo caso, las transformaciones tuvieran lugar en sectores específicos y localizados, como la minería. A diferencia de las demás regiones productivas andinas, la imposibilidad del cultivo extenso de forraje, conllevó a que la región intersalar en el altiplano sur estuviera parcialmente excluida de las transformaciones que tuvieron lugar durante la colonia, como la introducción del arado de buey (Laguna 2011: 114).
La transformación productiva en la zona, a partir de los años 70, debe comprenderse como una secuela de la reforma agraria y la sindicalización del agro. Por un lado, el sindicalismo agrario (también desarrollado bajo la forma de cooperativas agrícolas), permitió dio lugar a la progresiva aparición de nuevas formas de organización productiva. Por otra parte, la apertura de caminos y la progresiva adquisición, por determinados pobladores, de nuevos medios de transporte significó un cambio fundamental para las poblaciones del altiplano, a finales del siglo XX. La culminación de la hacienda dio lugar a nuevas formas de organización del comercio, ergo de la substracción de la renta campesina: “El antiguo monopolio de los intermediarios de los hacendados fue abolido” y en su lugar se desarrolló “un complejo sistema de camionaje, intermediarios diversos y competitivos, ventas sindicales directas, y mercadeo de campesinos individuales” (Kelley y Klein 1981: 126). Así, a medida que se despertaba el interés por la quinua, también comenzó a dinamizarse la producción y tuvo lugar una progresiva tecnificación. El ingreso de los primeros tractores en la región de Salinas y las comunidades aledañas fue por iniciativa de comunarios particulares. Aunque también hubo iniciativas corporativas/sindicales para coadyuvar a la tecnificación del agro. Juvenal Pérez me contó que la CSUTCB67 impulsó el ingreso de nuevas tecnologías para mejorar la productividad, a través de la Corporación Agraria Campesina (CORACA) de Oruro, fundada por la central sindical.
De hecho, a partir de los años 80 el sindicato, a través de sus filiales y empresas, permitió en gran medida la reorganización de la producción de la quinua, en detrimento de las relaciones asimétricas que se habían ido gestando entre los 60 y 70. Cuando comenzó a comercializarse la quinua, quienes llevaban a cabo esta actividad eran los intermediarios rescatistas, aquellos que poseían camiones. Los productores llevaban a cabo la producción de manera familiar o individual y su vínculo con los comerciantes rescatistas se daba de la misma manera. Por lo tanto, el precio no estaba bien definido y los productores recibían un pago arbitrario por parte de los rescatistas. En este contexto se decide la creación de la Asociación Nacional de Productores de Quinua ANAPQUI el año 1984, como forma de proteger a los productores y asegurar un ingreso justo por la venta de quinua. Antes, quienes tenían la posibilidad de acumular mayor capital eran quienes también ejercían un poder sobre los productores: es decir, los rescatistas o intermediarios. Como me señalo don Mario Alanoca: “Había pues intermediarios, unos conocidos, por lo menos de aquí de la capital unos cuatro intermediarios, que tenían bastante capital […] Ellos entregaban (dinero) adelantadamente para la cosecha y cuando llegaba a su estado de madurez, ya llegaban con su carro a recoger nomás la quinua” (Entrevista, 19 de septiembre de 2016). La revolución productiva que no tuvo lugar antes por la imposibilidad de introducir ganado mayor en la región intersalar del Altiplano sur, tuvo lugar a finales de los años 70 y durante los años 80, con el tractor. Lógicamente, la organización espacial de la producción cambio radicalmente, se pasó a ocupar tanto la serranía como las pampas para la producción de quinua, y la superficie cultivada se expandió considerablemente. La producción de ganado fue desplazada y, en algunos casos, eliminada. Esta transformación debe comprenderse como el efecto de un incremento progresivo de las exportaciones de quinua hacia otros mercados, así como un incremento de su consumo en los mercados locales.
Estas transformaciones deben comprenderse también a partir de la mercantilización de este producto, promovida sobre todo por el mercado de consumo externo, así como por organismos internacionales. El interés por la quinua en países desarrollados inicia de manera temprana, a mediados del siglo XX, pero se hace mucho más evidente a partir de los años 60 y 70 (Bazile 2015; Bhargava y Srivastava 2013; Laguna 2011). En la actualidad, la creciente promoción de la quinua como superfood, por sus características nutritivas, socioculturales y económico-productivas, dio lugar a procesos de extensificación e intensificación68 de la producción y comercialización de la quinua, que generaron varias distorsiones, tanto de orden económico y productivo, como de orden social, en el marco de una nueva coyuntura de articulación del altiplano sur al sistema económico mayor (Cf. Mintz 1996). En primera instancia, tuvieron lugar procesos de redistribución desigual de la tierra, mediados por la desigualdad socioeconómica de los campesinos; procesos de retorno de migrantes, que reclamaron tierras, dando lugar a escenarios de conflictividad; y el despliegue de relaciones de explotación, donde confluyen una multiplicidad de actores (ONG, instituciones de fomento financiero; Empresa; Asociación de Productores).
El trabajo de campo que realicé, entre agosto y diciembre de 2016, en Salinas de Garci Mendoza y la comunidad de Rodeo, me permitió conocer de cerca estas dinámicas propiamente capitalistas del campesinado del altiplano sur. Para analizar estos procesos de articulación y transformación, utilizo los conceptos de comunidad campesina corporativa y comunidad campesina abierta de Eric Wolf (1955). La mercantilización de la quinua conllevó al desarrollo de una comunidad abierta, donde el campesinado “regularmente vende un cultivo comercial que constituye probablemente entre el 50 y el 75% del total de su producción” (Wolf 1955: 461); y donde las relaciones sociales se complejizan. Las trayectorias diferenciadas entre residentes y estantes69, que pude evidenciar con las experiencias de mis informantes que registré durante mi trabajo de campo, permiten dar cuenta de esta complejidad. Desde el interior de las propias localidades se gesta, en gran medida, una transición de peasants a farmers en el altiplano sur (Laguna 2011; Vassas 2016; Wolf 1971). Esto no quiere decir que se tratara de un proceso homogéneo donde todos los productores transitan de una forma a la otra en las mismas condiciones, sino que existen grandes diferencias de orden socioeconómico entre grandes, medianos y pequeños productores, que usualmente corresponden con las categorías de residentes y estantes (Ormachea y Ramírez,2013).
Al interior de la Comunidad Campesina Abierta, siendo que a partir de la aparición del cultivo comercial se emplaza una economía propiamente capitalista de producción, se consolidan las relaciones de desigualdad y las disparidades entre productores, se despliegan nuevas dinámicas económicas y sociales de explotación. En primera instancia, la explotación o expropiación de la renta campesina70 fue llevada a cabo por los intermediarios. Es decir, “el compadre, el ahijado, el camionero, del potentado que recogía las quinuas” para vender el producto por los circuitos no regulados (Entrevista a Juvenal, 6 de octubre de 2016). En este primer momento, la explotación se llevaba a cabo de manera ineficaz pues el mercado se hallaba completamente desregulado. A partir de que se regularizan los circuitos de comercialización, la organización de la producción, con la creación de asociaciones, empresas y la aparición de políticas y proyectos de apoyo a la producción (créditos, proyectos de ONG, etc.), la explotación o expropiación de la renta campesina se vuelve “eficiente”, pues se lleva a cabo a través de todas estas instancias reguladas.
Además, el carácter eficaz de la explotación en esta coyuntura se ve complementado por el encumbramiento de un discurso multiculturalista, sobre el cual se basa la mercantilización del producto. En la tesis señalo que se trata de un proceso paradójico de fetichización71 a partir de políticas de diferenciación: Toda la imaginería que se construyó en torno a la quinua supuestamente para resaltar las cualidades únicas de este producto, sirvió para invisibilizar de manera más eficaz las relaciones desiguales que ocurren a lo largo de la cadena de valor, pero sobre todo al interior de las comunidades campesinas. La aplicación del concepto de fetichización de la mercancía se complementa con la utilización de la noción de articulación, como la utiliza Tania Li (2014) para referirse a cómo, en cada coyuntura de subsunción al sistema económico mayor, dependiendo de las relaciones de producción e intercambio que se emplazan, tiene lugar una construcción específica, y funcional al sistema mayor, de identidad. En el caso de la quinua, a partir de la primera década del siglo XXI, la articulación consiste en la reivindicación de una identidad de productores comunitarios cuya producción sería orgánica y ancestral.
A modo de colofón
A lo largo del presente texto mi objetivo fue repasar el carácter wolfiano de mi investigación. En Europa y la gente sin historia, Eric Wolf (2014) plantea que el problema más importante en las disciplinas sociales ha sido, y continúa siendo, la costumbre de considerar a formaciones sociales como entidades estables y contrapuestas, en vez de envueltas en conexiones y contradicciones. En este marco, la característica o función atribuida a la antropología, especialmente, ha sido la de estudiar entidades particulares e inconexas, como forma de evitar homogeneizaciones. Pero, en realidad y paradójicamente, esta práctica de la antropología ha conducido a una homogeneización mucho más perversa (sociedades tradicionales, sociedades comunales, etc.), por encubrir las asimetrías, las relaciones de poder que caracterizaron siempre a todas las relaciones sociales. Mi investigación intenta romper con estas suposiciones de la antropología, que en el presente se han hecho de “sentido común”. De esta manera, evité un análisis de tipo sincrónico, así como una historización de tipo ensayista, como tantas que se han producido en Bolivia. Y, en todo caso, me centré en demostrar que la región del altiplano sur fue testigo de múltiples coyunturas o momentos de articulación/conexión con el sistema económico mayor. Un análisis del primer tipo me habría llevado, posiblemente, a conclusiones erradas sobre la impronta del mercado en sociedades comunales y armónicas. Sin embargo, el análisis siguiendo la propuesta wolfiana, me permitió comprender las conexiones y contradicciones locales actuales, de las sociedades rurales en contextos poscoloniales, como una característica de la historia del capitalismo global que se repite, “la primera vez como tragedia y la segunda como farsa”. El hecho de enfocarme en la mercancía quinua, me permitió vincular los procesos actuales de articulación, con los procesos anteriores, y comprender las relaciones estructurales que operan en cada contexto.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
62 La quinua (Chenopodium quinoa) es definida como un pseudo-cereal perteneciente a la familia de las amarantáceas, y nativa de la región andina. Este alimento se produce notablemente en la puna peruana y boliviana62 desde tiempos pre-hispánicos. En Bolivia la producción de este alimento se desarrolla en la zona circunlacustre, o la cuenca del Lago Titicaca, en los valles interandinos también, aunque diversas investigaciones (Bhargana y Srivastava 2013; Laguna 2011; Ofstehage 2010; Quintanilla 2010; Vassas, 2011) señalan que la zona ideal para el cultivo de determinadas variedades, debido a sus características climáticas, es la región de inter-salares comprendida entre los salares de Uyuni y Coipasa, en los departamentos de Potosí y Oruro, de Bolivia
63 La deforestación de las especies arbustivas en el altiplano, sobre todo en la región sur, producto de la intensificación y extensificación de la producción de quinua, ha dado lugar a este fenómeno cada vez más recurrente. Los vientos levantan y se llevan la reducida capa de suelo que sirve para la producción. Además, la arena cubre los sembradíos que ya no cuentan con la protección de otras especies vegetales (barreras vivas), impidiendo que las semillas germinen. La deforestación de las especies arbustivas en el altiplano, sobre todo en la región sur, producto de la intensificación y extensificación de la producción de quinua, ha dado lugar a este fenómeno cada vez más recurrente. Los vientos levantan y se llevan la reducida capa de suelo que sirve para la producción. Además, la arena cubre los sembradíos que ya no cuentan con la protección de otras especies vegetales (barreras vivas), impidiendo que las semillas germinen.
64 Las principales entidades creadas en la Colonia fueron: la Encomienda, que consistía en la asignación de grupos indígenas en un determinado territorio, a una persona privada (el encomendero) para el cobro del tributo y la prestación de servicios; la fundación de ciudades; la creación de provincias o Corregimientos de indios; las Reducciones que consistían en el agrupamiento de poblaciones dispersas en un mismo pueblo.
65 Por ejemplo, Duccio Bonavia cita una de las crónicas de viaje del fraile Antonio Vázquez de Espinosa, que data de principios del siglo XVII, donde describe el puerto de Arica de la siguiente manera: “los vecinos tienen más de mil mulas con grandes caravanas para transportar mercancías a Potosí, Charcas y todas las tierras altas, así como llevar la plata al puerto, y también hay grandes caravanas de carneros.” (Vázquez de Espinosa en Bonavia, 2008: 274). Esta cita permite dar cuenta de la importancia que alcanzó la ganadería de mulas y caballos en la integración de rutas comerciales durante la Colonia.
66 Los primeros intentos siendo llevados a cabo durante el siglo XIX, (1826, 1866 y 1874). Los intentos de modernizar el agro en este periodo conllevaron a la consolidación del sistema de haciendas y, en consecuencia, a conflictos entre las elites criollas y las elites locales indígenas, que derivaron en enfrentamientos de gran envergadura, como en 1871 y 1899.
67 La Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSTUCB), fundada en 1979, fue durante las últimas décadas del siglo XX y los primeros años del siglo XXI, la principal organización sindical campesina de Bolivia.
68 Ambos conceptos no se refieren únicamente al aspecto productivo (extensión e intensidad de la producción por espacio), sino también al consumo, en los términos propuestos por Sidney Mintz (1996): Extensificación: se refiere a la masificación del consumo de un determinado producto que antes estaba destinado a un grupo particular; Intensificación: se refiere a una mayor continuidad de los “usos del pasado” de un producto”, una mayor fidelidad o emulación de los significados antiguos. Ambos procesos caracterizan la mercantilización y fetichización a partir de la diferenciación de muchas mercancías contemporáneas, como la quinua.
69 Un aspecto importante del proceso de mercantilización de la quinua es el surgimiento de dos nuevas categorías demográficas: los residentes, que son los comunarios o hijos de comunarios que migraron y que retornan, después de varios años, para reclamar un terreno de cultivo; los estantes que son los que viven de forma permanente en la comunidad (Vassas 2016; Ormachea y Ramírez 2013; Laguna 2011).
70 William Roseberry propone utilizar el concepto de renta campesina, en un sentido distinto al propuesto por Marx, para comprender cómo tiene lugar la explotación en el campesinado. En este marco, la renta comprende: impuestos, intereses, la preventa forzada de productos a un precio menor que el comercial y cualquier otra forma de extracción del plusvalor del trabajo campesino que no se base en la venta de la fuerza de trabajo (1976: 51).
71 Con la noción de la fetichización, Marx (2010) señala cómo, en el capitalismo, la mercancía adquiere un carácter mítico, a partir de que refleja ante las personas el carácter social de su propio trabajo al tiempo que invisibiliza el trabajo concreto, imponiendo un relacionamiento entre objetos al margen de los productores. La fetichización consiste en el igualamiento de los trabajos concretos en trabajo social, para la producción de mercancías, es decir la invisibilización del trabajo concreto en el trabajo social abstracto.
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