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José Erik Rojas Torres
erikrojas@outlook.com
En este artículo abordaré algunos aspectos importantes para comprender la configuración de Juárez en una ciudad maquiladora y cómo esto ha marcado las experiencias de clase de sus habitantes. Para esto, analizaré la historia de la familia Bermúdez y su confluencia con la historia de Ciudad Juárez, indagando cómo el capital acumulado en la siembra de algodón y el tráfico de alcohol fue invertido en las maquiladoras, acontecimiento que marcó la vida de esta ciudad hasta el presente.
Introducción
Hay una irónica similitud entre el sobrenombre utilizado en un artículo publicado por la revista Bloomberg Businessweek para hablar sobre el magnate de la industria maquiladora de Ciudad Juárez y el sobrenombre utilizado por el escritor Mario Puzo en su novela El Padrino. En “The Godfather of Mexican Manufacturing Couldn’t Care Less About Donal Trump” escrito por Lauren Etter en el año 2017, Jaime Bermúdez Cuarón alias “El Padrino”, es descrito no sólo como un visionario de su tiempo sino también como la encarnación de la globalización y la industria maquiladora de esta ciudad fronteriza del norte de México. “El Padrino” y su familia, en similitud a la historia de Puzo, organizaron a lo largo de varias generaciones un prominente negocio basado en el acaparamiento de tierras, el contrabando de mercancías ilegales y posteriormente negocios legales que cambiaron la historia de una ciudad. Sin embargo, en la trayectoria de Bermúdez y su familia la condición de Juárez como ciudad fronteriza y sus contactos con EUA, además de la instalación de una novedosa industria manufacturera, logran explicar la historia particular del capitalismo fronterizo; esta es la historia de Juárez como una ciudad maquiladora cuyas condiciones económicas, políticas y sociales han provocado experiencias culturales que se han configurado con particulares formas de violencia a lo largo de varias décadas.
De la siembra de algodón y el tráfico de alcohol a las maquiladoras
La historia de la riqueza de la familia Bermúdez se vincula estrechamente con algunos de los periodos históricos de esta ciudad fronteriza. Así, la riqueza de este “Padrino” y su familia se basó a partir del siglo XX en dos importantes negocios: la siembra de algodón y el tráfico de alcohol hacia el lado estadounidense (Etter 2017). El primero, requirió de grandes extensiones de tierra y enormes cantidades de agua que sólo fueron posibles por la acumulación por desposesión; es decir, de una “transformación del trabajo, la tierra y el dinero en mercancías [que] se logró mediante la violencia, el engaño, el robo, el fraude y actividades parecidas.” (Harvey 2014: 69), un proceso de despojo que sigue activo hasta el presente48. El segundo negocio inició junto con la Prohibición de alcohol en el lado norteamericano durante la década de los veinte, lo que provocó que este producto fuera contrabandeado desde lugares en la frontera como Juárez. Aprovechando la situación, la familia Bermúdez formó una sociedad comercial con una empresa de Kentucky llamada Waterfill & Frazier junto con la cual lograron instalar una destiladora en Ciudad Juárez que produjo una bebida llamada “Juárez Whiskey Straight American” que logró amplia aceptación en el lado estadunidense. Si bien la producción de whisky abastecía al mercado mexicano, evidentemente su principal negocio fue el contrabando de alcohol a Estados Unidos (Etter 2017). Este capital, amasado de formas ilegales, posibilitó su posterior incursión en un nuevo negocio que cambió drásticamente la vida en esta ciudad fronteriza.
Esta trayectoria capitalista de la familia Bermúdez tiene que ver, a su vez, con la historia política de México. Primeramente porque luego del ingreso de los Estados Unidos de América a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), México negoció y estableció un acuerdo comercial para proporcionar fuerza de trabajo barata, principalmente para la agroindustria norteamericana (Lugo 2008: 57). Así, se estableció entre México y Estados Unidos de América el Primer Acuerdo Internacional de Trabajadores Migratorios, mejor conocido como Programa Bracero. Ciudad Juárez, dada su posición fronteriza, se convirtió en uno de los varios centros de reclutamiento que aglomeraron a miles de hombres en espera de cruzar la frontera. Se estima que aproximadamente cuatro millones de trabajadores mexicanos fueron contratados para trabajar en el lado norteamericano durante la vigencia de este programa (1942-1964) (García 1981: 1215). El Programa Bracero impulsó la economía norteamericana durante la guerra y si bien el salario fue atractivo para los trabajadores mexicanos, es importante recordar que Estados Unidos aprovecho una superpoblación relativa (Roseberry 1997) que se encontraba disponible del lado mexicano y que paulatinamente fue desechada y reemplazada. A pesar de esto, trabajar en los campos agrícolas de Estados Unidos se convirtió en un atractivo para la mano de obra mexicana lo que incrementó los flujos migratorios hacia esta frontera.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, momento en el que los Estados Unidos se habían posicionado como una potencia mundial, los trabajadores mexicanos siguieron como empleados de las empresas estadounidenses durante casi dos décadas más. Si bien la guerra culminó en 1945, en 1947 los norteamericanos iniciaron el Plan Marshall un megaproyecto para la reconstrucción de Europa y Japón que incluyó préstamos millonarios que debían ser utilizados exclusivamente en mercancías estadounidenses (Hobsbawm, 2014: 244). En este plan, el Programa Bracero contribuyó principalmente con mano de obra barata para la agroindustria de E.U.A. Así, mientras los trabajadores mexicanos trabajaban en los campos agrícolas, los obreros norteamericanos producían industrialmente diversas mercancías para la reconstrucción de Europa y Japón (Hobsbawm 2014: 278). El desarrollo económico de los Estados Unidos utilizó la superexplotación de la fuerza de trabajo mexicana (Marini 1982) para incrementar un capital que le serviría en años posteriores. Esta mayor explotación de la fuerza física del trabajador con una remuneración por debajo de su valor real (Marini 1982: 92-93) ejemplifica diversas experiencias de estos trabajadores “braceros”49.
Para la década de los sesenta, el Programa Bracero continúo siendo atractivo para sujetos del sur de México que esperaban trabajar del lado estadounidense. A consecuencia, los flujos migratorios hacia ciudades fronterizas incrementaron la población residente en estos lugares debido a que quienes no lograban ser reclutados en este programa se establecían en ciudades como Tijuana o Juárez. Posteriormente, ante el amenazante fin del Programa Bracero el gobierno mexicano ideó un plan de industrialización en la frontera para contener tanto a los braceros que regresaban de E.U.A., como a los migrantes provenientes del sur. En este antecedente podemos comprender que desde su origen la industrialización de la frontera tuvo como objetivo la contención de la fuerza de trabajo, tanto aquella que fue utilizada por el Programa Bracero como de aquella que no era contratada.
Es así que en el año de 1961 el Programa Nacional Fronterizo (PRONAF), encabezado por Antonio Bermúdez, marcó el comienzo de una reconfiguración de Ciudad Juárez y de varios puntos en la frontera México-Estados Unidos. Este plan tuvo como objetivo modernizar las ciudades fronterizas a través de la construcción de cruces fronterizos, carreteras, avenidas, puentes, centros comerciales, entre otros, buscando mejorar la relación económica, social y política con las ciudades del sur de Estados Unidos.
El Presidente de la República [Adolfo López Mateos ] me encargó a mí el desarrollo de toda la frontera. Y lo primero que hice (…) fue buscar un nombre, y el nombre que yo le puse fue Programa Nacional Fronterizo (…) fue un cambio de la frontera en todos sen tidos: en el sentido económico, en el sentido moral, en el sentido cultural, en el sentido urbanístico. El PRONAF es la parte más moderna de Cd. Juárez, y la mejor. (…) No se puede decir que el lado americano sea superior al lado mexicano, y antes era un verdadero desastre. Era una cosa penosa la forma como estaba la parte pegada al lado americano (…) El contraste era una paradoja terrible, un contraste, pues, muy inconveniente…” [Entrevista realizada por Oscar Martínez a Antonio Bermúdez el 21 de junio de 1974]50.
Fue así que el Programa Nacional Fronterizo “produjo una inversión masiva en Juárez: los desarrolladores usaron fondos del gobierno para construir centros comerciales y un centro de convenciones, y salpicaron la ciudad con atracciones turísticas, incluyendo un museo de arte y hoteles de lujo” (Etter 2017). Estas millonarias inversiones realizadas por el PRONAF en ciudades como Juárez, ayudaron al desarrollo económico, político y social de la franja fronteriza. Es interesante destacar que si bien el objetivo planteado por Antonio Bermúdez logró desarrollar económicamente la frontera, al mismo tiempo su familia se vio beneficiada por este desarrollo, debido a que las ganancias provenientes del tráfico de alcohol y de la agroindustria se integraron a este plan para industrializar la frontera. A consecuencia, la familia Bermúdez fue una de las principales beneficiadas con estas inversiones. El ahora “Padrino de las maquilas” Jaime Bermúdez, comenzó en este periodo la construcción de su emporio maquilador cuyas ganancias provienen principalmente de la renta tanto de terrenos que anteriormente fueron campos algodoneros como de naves industriales, así también de la construcción de las instalaciones industriales necesarias para las maquiladoras, es decir, la construcción de maquiladoras. “El padrino de las maquilas” había nacido.
Debido a este proceso, la vida de Ciudad Juárez cambió radicalmente a partir de la modernización fronteriza a través del PRONAF y a través del Programa de Industrialización de la Frontera (Fernández-Kelly 1983) que inició entre los años 1965-1966. Ambos programas fueron un esfuerzo para incentivar las inversiones de la industria manufacturera de exportación, objetivo que fue realizado a través de estímulos en leyes arancelarias e incentivos fiscales, lo que provocó un crecimiento impresionante de esta industria en ambos lados de la frontera (Fernández-Kelly 1983: 25). En cierto sentido, el primero tuvo como objetivo primordial la modernización de las ciudades fronterizas y el segundo planeó la instalación de la industria del sector manufacturero. Así con la dirección de Antonio Bermúdez en el Programa Nacional Fronterizo se creó el primer parque industrial de Ciudad Juárez, que actualmente lleva su nombre. Posteriormente, su sobrino Jaime Bermúdez fue uno de los empresarios que impulsó la instalación de empresas manufactureras en esta frontera. La posición privilegiada de la familia Bermúdez les permitió ingresar y acaparar este negocio que actualmente dominan y dirigen. Ahora bien, a partir del siglo XX lo que para la familia Bermúdez se transformó en acumulación de capital, para Ciudad Juárez el éxito de estos negocios marcó no sólo su configuración histórica sino que caracterizó las experiencias de clase (Crehan 2004) de sus habitantes.
Ciclos económicos, maquilas y el apartheid maquilador
Como he explicado anteriormente, los cambios en las actividades económicas de Juárez están estrechamente vinculados a las ganancias económicas de la familia Bermúdez, tanto provenientes del cultivo de algodón y su aprovechamiento, como de la venta y tráfico de whisky. Esta historia económica se vincula e influye directamente en el desarrollo de la historia de Juárez y de sus habitantes (Martínez 1982). Sin embargo, la transformación que cambió radicalmente la vida en la frontera es la que fue creada e implementada por Antonio Bermúdez e impulsada por un grupo de empresarios, dirigido por su sobrino [Jaime] Bermúdez quien consiguió su primer cliente en 1967: Acapulco Fashions, una pequeña compañía que fabricaba ropa interior para mujeres. Entonces apareció un objetivo mucho más grande: RCA Corp., en ese momento el mayor fabricante mundial de televisores en color. (…) El 26 de noviembre de 1968, Bermúdez se paró en su campo de algodón, con cámaras de noticias y funcionarios de la ciudad presentes, y colocó un ladrillo grabado con su nombre sobre una base recién colocada que se convertiría en una planta de 115,000 pies cuadrados ensamblando piezas de televisión. Fue la primera maquiladora a gran escala en Juárez. (Etter, 2017).
La instalación de la maquiladora Acapulco Fashion y posteriormente de la Radio Corporation of America (RCA) y la acumulación de capital provenientes de distintos negocios legales e ilegales de El Padrino de la maquila, son parte de una misma historia. Esta marca el inicio de una transformación económica de larga duración y duras consecuencias en la frontera. A partir de este punto, Juárez dejó de ser La Ciudad Perversa, La Ciudad del Pecado, Babilonia la Pocha, La Ciudad Ramera, La Ciudad Negra de México, El Pantano de la Inmoralidad, Gomorra, La Nueva Sodoma, El Centro del Vicio, El Centro de la Corrupción o El Centro de la Prostitución (García 2010: 30; Martínez 1982: 142). Progresivamente se convirtió en una ciudad que “vive de y para la maquila”51, un enclave maquilador entre montañas agrestes, las llanuras del Desierto de Chihuahua y el muro fronterizo que colinda con El Paso, Texas. Así, los abundantes hoteles, cantinas, burdeles, restaurantes y otros establecimientos de servicios fueron sustituidos progresivamente por la industria de la maquila. Juárez, pasó de ser una ciudad de servicios a una organizada en función de los requerimientos de las empresas manufactureras. A partir de este momento la fuerza de trabajo fue reclutada por criterios como el género o la edad (Iglesias 1985: 15). De modo contrario a lo esperado, esta industria no contrató a la fuerza de trabajo masculina integrada por ex trabajadores del Programa Bracero y trabajadores del sur del país: se reclutó principalmente a una fuerza de trabajo femenina (Iglesias 1985: 22) que disciplinadamente contribuyó a la instalación de muchas más maquilas.
Estos cambios marcaron no sólo a Ciudad Juárez, sino al mismo tiempo estas condiciones fueron activamente vividas y experimentadas por la fuerza de trabajo asentada en las más importantes ciudades de la frontera. Siguiendo a Iglesias (1985), la instalación de este tipo de industrias en el norte de México se debe a su lejanía del resto del país, su cercanía con E.U.A., exención de impuestos, ventajas en comunicación, bajo costo de transportación, parques industriales, financiamiento local, insumos baratos, salarios administrativos bajos, alta productividad, mínimo adiestramiento requerido para la actividad productiva de los trabajadores, facilidades aduanales, falta de vigilancia sobre las regulaciones de condiciones de trabajo y contaminación, facilidad para no respetar la Ley Federal del Trabajo, control laboral y la debilidad o inexistencia de sindicatos (Iglesias 1985: 23). Y evidentemente, no se debe olvidar que este proyecto de industrialización de la frontera fue financiado y organizado por el gobierno mexicano e impulsado por algunos capitalistas dirigidos por el llamado Padrino de las maquiladoras. El éxito económico que benefició los capitalistas nacionales y extranjeros se basa en la labor de las clases trabajadoras del sector manufacturero.
Estos procesos laborales pueden enmarcarse en tres manufactureros que ayudan a explicar las transformaciones de la historia de las clases subalternas que como indica Gramsci, es disgregada y episódica (Gramsci 2000: [Q 23, § ]: 27). Así, de acuerdo a De la O (2013), los perfiles de la mano de obra empleada se han transformado durante esos tres periodos: a) en el primero se contrata principalmente a mujeres como mano de obra barata hasta la década de los ochenta, b) en el segundo periodo que abarca la década de los noventa, es contrata predominantemente mano de obra masculina y c) a inicios del nuevo siglo, es un tipo de contratación similar en ambos sexos (De la O 2013: 34). Por otro lado, para Morales (2000) en México se pueden identificar tres periodos que obedecen al tipo de industria maquiladora: a) el primer periodo de 1965 a 1983, caracterizado por un crecimiento inestable, una baja capitalización, el predominio de la industria textil y una fuerza de trabajo predominantemente femenina; b) el segundo periodo de 1983 a 1992 se caracteriza por el arribo sostenido de nuevas empresas maquiladoras en los ramos de construcción, reconstrucción y ensamble de equipo de transporte y sus accesorios, lo que provoca un incremento en la cantidad de fuerza de trabajo. Según esta autora, el 30% de los puestos de trabajo en México durante la década de los ochenta son generados por maquiladoras del sector automotriz y por maquiladoras de materiales y accesorios, eléctricos y electrónicos, la cuales crean el 24.5% de puestos de trabajo. Morales señala la importancia de la instalación de grandes empresas transnacionales de autopartes y ensamble de automóviles, y la relevancia de los cambios tecnológicos que acompañan a estas empresas. Finalmente esta autora propone c) un tercer periodo que inicia 1993 que yo propongo extender hasta el año 2006 cuando inicia el periodo presidencial de Felipe Calderón quien inicia la guerra contra las drogas. En este periodo, nos dice la autora, se mantiene constante la creación de empleos hasta la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994, tras lo cual se duplica el número de plantas manufactureras, lo que provoca un aumento considerablemente el número de puestos de trabajo en este país (Morales 2000: 28-30).
Tomando en cuenta las distinciones de estos autores, propongo un cuarto y quinto periodo específicamente para el caso de Ciudad Juárez que se vinculan tanto a la industria manufacturera como al contexto particular de esta ciudad fronteriza. El cuarto periodo (2007-2012), se caracteriza por un periodo de crisis que en esta ciudad – tan vinculada a la economía estadounidense a través de las empresas manufactureras– causa una considerable disminución en el empleo de fuerza de trabajo provocada por la desaceleración económica en Estados Unidos de América (Harvey 2012: 7-10), y por el primer año del sexenio presidencial de Felipe Calderón (2006-2012), quien emprendió la “guerra contra el narcotráfico” implementada en Ciudad Juárez a través de tres operativos federales en 2008, 2009 y 2010.
En este periodo, se agudiza la crisis en la industria maquiladora llegando a su punto más crítico en 2009 cuando se pierden un total de 60,258 empleos53 (INEGI, 2016). A diferencia de los tres periodos anteriores, el cuarto periodo se caracteriza no tanto por un nuevo modelo en la industria manufacturera, sino por la repercusión de la violencia provocada por el combate al crimen organizado, que al mismo tiempo se conjuntó con una crisis económica. Debe recordarse que históricamente la estrecha relación de esta ciudad fronteriza la ha hecho dependiente de la economía norteamericana. Parafraseando a Harvey (2012), esta crisis económica comenzó a propagarse en Estados Unidos a partir de 2006 con desahucios hipotecarios en áreas de bajos ingresos y para 2007 esta oleada de desahucios repercutió en la clase media blanca de áreas urbanas y periféricas, lo que provocó una desaceleración en el sector de construcción. El autor señala que esta crisis fue provocada por los intereses económicos en Wall Street y que en 2008 tuvo como consecuencia el hundimiento del sistema financiero mundial. En 2009, señala el autor, regiones del mundo que basaban su desarrollo en un modelo de exportación –como el sector manufacturero en México– se contrajeron de forma alarmante “se trataba, sin duda, de la madre de todas las crisis” (Harvey 2012: 12). En México y particularmente en ciudades fronterizas como Tijuana o Juárez esta crisis provocó una disminución en la cantidad de trabajadores, situación que se agravó con el inicio de la guerra contra el narcotráfico y con la implementación de los operativos federales.
En este sentido, el cuarto periodo que propongo se caracteriza por una crisis en la que se conjuntan la disminución de trabajadores en las maquiladoras y un contexto político que hizo de Juárez una ciudad invadida por fuerzas policiales y militares lo que acrecentó el número de homicidios. Es decir, esta crisis laboral se intensificó por una combinación de violencias, una de tipo sistémico-estructural (Žižek 2010 y Bourgois 2005, 2010), caracterizada por su invisibilidad y su normalización (que en este caso fue a través del impacto de la recesión económica, lo que afectó gradualmente la dinámica de la industria maquiladora) y otra de tipo político (Bourgois 2010) caracterizada por una evidente intervención del Estado a través de la guerra emprendida en contra de grupos del crimen organizado. El Cártel de Sinaloa y La Línea (una organización perteneciente al Cartel de Juárez) y algunas células de Los Zetas se disputaron el control de Ciudad Juárez no sólo por su ubicación fronteriza, sino porque a diferencia de otros cruces, esta ciudad colinda con carreteras y autopistas interestatales que permiten traficar drogas hacia ciudades del centro, este y oeste de Estados Unidos de América, el más importante mercado de drogas en el mundo.
Finalmente, el quinto periodo (2013-2016), que también propongo, se caracteriza primero por una recuperación en el número de trabajadores empleados antes de la crisis del cuarto periodo y por un progresivo aumento en el número de éstos. Como describe Pablo, un juarense que ha observado la transformación de su ciudad, uno de los efectos provocados por el auge de la maquiladora fue un importante crecimiento en la industria de la construcción. El desarrollo urbano al sur y suroriente de Ciudad Juárez por medio de fraccionamientos, muchos de los cuales literalmente como indica Pablo, son “pueblos fantasmas”, son una evidente muestra de los efectos de la recuperación de puestos de trabajo en esos años. Cuando este juarense dice “hay muchas casas solas porque los empresarios empezaron a construir casas a lo pendejo”, se refiere a la construcción exacerbada de viviendas –pequeñas y de mala calidad– que continúa durante el quinto periodo maquilador propuesto54 . Otra característica importante en este periodo es la presencia de migrantes provenientes del estado de Veracruz, quienes también son conocidos como juarochos, un grupo de migrantes rechazados y contra quienes se dirigen discursos racistas. Parafraseando a Hjorth (2007, 2013) –quien ha investigado a esta población migrante– los veracruzanos en Ciudad Juárez lograron insertarse como mano de obra en las maquiladoras y comenzaron a enviar remesas, en poco tiempo empezaron a traer a sus hermanos, primos, amigos, a sus esposas e hijos. Proceso en el que se fueron desarrollando crecientes y poderosas redes migratorias basadas en el parentesco y la vecindad (Hjorth 2013: 193). Si bien muchos de ellos regresaron a sus lugares de origen durante el cuarto periodo, la presencia de esta población durante el quinto periodo es considerable, engrosando día a día a la fuerza de trabajo requerida para el desarrollo de la industria manufacturera en Ciudad Juárez.
A modo de conclusión: Un nuevo apartheid
Los habitantes de Ciudad Juárez comparten el hecho de vivir al sur de una frontera amurallada, lo que Žižek (2016) denomina “nuevas formas de apartheid” en las que “los nuevos esclavos viven en la miseria de los suburbios” (Žižek 2016: 61). El muro entre México y Estados Unidos de América no sólo funge como frontera sino como un apartheid que contiene el avance de migrantes y al mismo tiempo uno que contiene a la fuerza de trabajo en la frontera. El enclave de maquiladoras en Ciudad Juárez es parte de este apartheid puesto que posibilita la extracción de fuerza de trabajo, pero manteniendo a los trabajadores al sur de la frontera. Juárez se ha convertido, con el paso de los años en un apartheid maquilador con características propias que no parecer desparecer. Para analizarlo es necesario identificar a estas poblaciones y conocer sus trayectorias específicas ya sean veracruzanos, juarenses, chihuahuenses, chiapanecos, coahuilenses o duranguenses,55 en una ciudad donde lo que más interesa a las maquilas es su fuerza de trabajo no tanto las condiciones históricas y contextuales de su existencia. En el apartheid maquilador a los sujetos que sirven como fuerza de trabajo se les ha arrancado cualquier atisbo de vida digna. Las condiciones laborales en la maquila han hecho de Juárez un lugar contradictorio que discurre entre la precarización y las historias de éxito como la de la familia Bermúdez. Esta situación que caracterizaría a Juárez como una ciudad ensambladora de mercancías, llena de historias de vida subalternas estructuradas en torno a la maquila, ha mistificado al mismo tiempo a los sujetos que viven de y para esta industria. El éxito de los Bermúdez ha eclipsado las condiciones reales de existencia de la mayoría de habitantes de este enclave maquilador.
La industria maquiladora, convertida rápidamente en la principal actividad Juárez, devino en un mercado de trabajo en el que un gran segmento de su población se convirtió en mano de obra barata para las líneas de ensamble. Desde su inauguración hasta la fecha, este sector industrial se ha consolidado como un polo de atracción para trabajadores provenientes del interior del país. Históricamente, es posible apreciar el proceso de integración de fuerza de trabajo a la industria maquiladora a través de un acercamiento a los tipos de maquila y al perfil de la mano de obra empleada. En conjunto, se vislumbra un proceso de deterioración para la clase trabajadora en la maquila. Como ha sido documentado por los estudiosos de este mercado de trabajo, esta industria buscó rentabilidad a partir de menores costos: aprovechamiento de mano de obra barata. Con todo, la maquila fue para la población una generadora de empleos. Sin embargo, la instauración de un régimen de segregación basado en la superexplotación ha convertido a los juarenses en mano de obra desechable y reemplazable. Es posible que este apartheid maquilar pueda reinventarse una y otra vez dependiendo de los cambiantes requerimientos del mercado. El consumo y la demanda hacen de éste su aliado más potente.
El trabajo en las maquiladoras se convirtió en una experiencia compartida por una fuerza de trabajo de características diversas. Esta experiencia implica una relación de subordinación ante las clases dominantes, en este caso, a través de las empresas manufactureras. Por lo tanto, y como hemos visto en el caso de Juárez, la condición de subalternidad de las clases trabajadoras deviene en formas desiguales de reproducción social. Las clases subalternas cuyo común es el trabajo en esta industria tienen como característica una historia disgregada y episódica que continuamente ha sufrido embates e iniciativas de los grupos dominantes (Gramsci 2000: [Q 25, § ]: 178). En la actualidad, la fuerza de trabajo se caracteriza por su procedencia variada y por una fragmentación política y económica ante los intereses de las clases dominantes a través de la industria manufacturera. El apartheid ha echado mano de las condiciones de vida, de los conflictos entre clases y generaciones así como de la condición de frontera de la Ciudad. Personajes como “El Padrino” permiten comprender un régimen de segregación y superexplotación que moldea y configura las vidas de aquellos que viven diariamente. Juárez es solamente una explicación de las condiciones de miseria que los desarrollos económicos, nacionales y extranjeros, han provocado.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
48 https://www.proceso.com.mx/135914/al-liquidarse-pronaf-emergen-raros-negocios-con-predios-federales [Fecha de consulta:
01/04/2018].
49 Un ejemplo de estas experiencias puede consultarse en las entrevistas del archivo digital del “Bracero Oral History Project” de la University of Texas at El Paso. https://digitalcommons.utep.edu/bracero/ [Fecha de consulta: 01/04/2018].
50 https://digitalcommons.utep.edu/interviews/161/ [Fecha de consulta: 01/04/2018].
52 Para Morales este periodo inicia en el año de 1993 y se desarrolla por lo menos hasta el año 2000 cuando se publica este trabajo de la autora.
53 52,140 empleos directos y 8,118 empleos subcontratados.
54 “Siguiendo una errada política de desarrollo urbano fomentada por la autoridad estatal y la clase empresarial, con la complicidad del Municipio, de 2005 a 2010 Ciudad Juárez creció 11 veces en tamaño, no así en población. Los esfuerzos de planeación que se construyeron para impedir el crecimiento desenfrenado de la ciudad fracasaron. Los intereses particulares se sobrepusieron al bien común. Miles de juarenses que habitan en colonias desoladas, semipobladas y asoladas por la inseguridad enfrentan a diario una realidad adversa, producto de decisiones de gobierno irresponsables”. (Periódico Norte Digital de Ciudad Juárez, 2016). http://nortedigital.mx/le-apuestan-ladesigualdad/[Fecha de consulta: 01/08/2017].
55 Si bien, hay algunos habitantes privilegiados de Ciudad Juárez que tienen doble nacionalidad, tarjeta verde de trabajo, residencia o visa, la gran mayoría de población carece de algún tipo de permiso para ingresar legalmente a Estados Unidos de América.
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