Grupo de artesanas Sihua Tlazoncame Tlaiquitinime

[vc_row][vc_column][vc_column_text el_class=»text-justify»]

Julieta Flores Montes
juliette_fm@hotmail.com

Caminando por el centro histórico de la ciudad de Puebla se pueden encontrar diferentes tiendas consideradas de arte popular que venden mercancías artesanales con una amplia propuesta estética, enalteciendo los valores y símbolos propios de las culturas étnicas de México (Novelo 2008). En una de estas tiendas encontré unos cojines de lana bordados con hilo de algodón en diseños minimalistas de cuadros y círculos en espiral, hechos en tonos blancos, grises y negros.

Al ingresar a la tienda para observarlos con mayor detenimiento, la empleada amablemente me dio la bienvenida y aclaró que “todo lo exhibido es hecho a mano por artesanos indígenas de diferentes estados del país”. Al preguntar por el costo de los cojines y su procedencia, la vendedora respondió que eran de la Sierra Norte del estado de Puebla y que su precio dependía del tamaño y del tipo de bordado. El cojín de mayor tamaño y costo era de 600 pesos y el más chico y económico de 350 pesos. La vendedora justificó el precio de las mercancías de la siguiente manera:

Las cosas que podemos consumir de nuestros artesanos son hermosas. Por ejemplo, los cojines están bien cosidos, bien terminados, bien trabajados, porque la idea es que ellos [los artesanos] le den un mejor terminado a sus trabajos para poder venderlos en un precio justo. (Plática informal con vendedora de la tienda El Mendrugo, enero 2015)

Ante su respuesta le pregunté: ¿Cómo adquieren estas artesanías, van a las poblaciones a comprarlas o son los artesanos quienes vienen a venderlas? La empleada me respondió: Ahora se trabaja en conjunto con una Red de artesanos (una asociación civil) que los orienta a trabajar de forma que su trabajo sea mejor pagado, porque no ha sido bien remunerado. Se están llevando a personas, como ingenieros especializados en textiles, para darles apoyo […] La Red es quien nos ayuda a sacar todo de su lugar de origen para traerlo aquí y [llevarlo] a otros países. Las etiquetas que traen los productos son para exportarse, están llevándolos a esa calidad de trabajo. Para que su trabajo sea más valorado y ellos puedan tener mejores ingresos. (Plática informal con vendedora de la tienda El Mendrugo, enero 2015)

Aquí dejo esta viñeta de la compra de artesanías en la ciudad de Puebla para proporcionar un contexto que permita su comprensión. Lo dicho por la vendedora no pareciera de mayor relevancia. La conversación se centra en la calidad de los cojines, en el pago justo que se debe hacer al comprar estas mercancías y en el trabajo de capacitación que realiza La Red con las artesanas. No obstante, considero que su importancia radica en lo predomínate que se ha vuelto en la esfera pública este tipo de discursos. Valorar el trabajo artesanal, saber quién hace los objetos y cómo se realizan son estrategias de márquetin que han envuelto a estas mercancías en particulares relaciones de producción.

Con el objetivo de vislumbrar cómo se articulan las relaciones de producción del trabajo artesanal en el contexto de la “hegemonía selectiva” (Smith 2011) en este artículo exploro los cambios en la producción artesanal de la localidad de Chachahuantla con el telón de fondo de los cambios hegemónicos en la política indigenista y económica de México. Asimismo, analizo las condiciones de trabajo de las mujeres que producen los cojines y los arreglos de compra-venta con La Red. Prestar atención a estos aspectos me permitirá analizar los contextos sociales, disimiles y contrastantes en los que están insertos las artesanas de la población de Chachahuantla, Puebla; particularmente las integrantes del grupo Sihua Tlazoncame Tlaiquitinime.

Las investigaciones desarrolladas sobre la producción artesanal se han centrado en el análisis de los objetos y los sujetos que las producen. Estos análisis, desde mi perspectiva, se pueden englobar en tres vertientes: la primera, aquellas que definen a las artesanías como parte de una identidad nacional y una cultura tradicional que encierra conocimientos ancestrales y símbolos culturales de las poblaciones indígenas; la segunda, la concibe como una fuente de trabajo del sector rural complementario al trabajo agrícola y al trabajo asalariado; por último, en años recientes con el desarrollo de políticas neoliberales y de libre mercado, la producción de artesanías se han pensado como un espacio para crear empresas y microempresarios, así como el lugar para empoderar a sectores de la sociedad históricamente vulnerables como son mujeres e indígenas.

A contracorriente de estos marcos de referencia, el argumento de este artículo se centra en el análisis de las relaciones sociales de producción del trabajo artesanal como parte de un proceso de proletarización inacabado, en el cual, las artesanas del grupo Sihua Tlazoncame Tlaiquitinime gradualmente se han incorporado para mitigar sus condiciones de vulnerabilidad económica. Sin embargo, de acuerdo con el dato etnográfico, el trabajo artesanal lejos de ser una fuente de ingresos constante y rentable para las productoras se ha convertido en un nicho de explotación de estas poblaciones a las cuales se les ha reducido sus fuentes de ingresos haciéndolas cada vez más dependientes del mercado de artesanías.

El texto lo he dividido en tres apartados. Siguiendo a Gavin Smith (2011), inicio con el análisis del trabajo artesanal en Chachahuantla en el contexto de la hegemonía expansiva. Documento cómo la población quedó al margen de las políticas indigenistas de la época y cómo el trabajo agrícola fue relegado por procesos de migración interna y por el trabajo artesanal. Posteriormente, en el cambio hacia la hegemonía selectiva, me centro el los procesos de disciplinamiento del trabajo artesanal en la localidad y el conformación del grupo de artesanas. Finalmente, regreso a los cojines exhibidos en la tienda, pero en esta ocasión en el proceso de elaboración y en el trabajo que La Red desempeña con las artesanas.

Cabe subrayar que este artículo es una extracción de mí de tesis de maestría, en la cual, hice uso del enfoque metodológico de vida cotidiana para analizar los procesos de proletarización del trabajo artesanal en Chachahuantla (Flores 2016). Los datos presentados fueron obtenidos a lo largo de diferentes estancias de campo en la localidad

Chachahuantla en el contexto de la hegemonía expansiva

El orden mundial posterior a la Segunda Guerra Mundial (1945) consistió en la intervención del Estado de forma asistencial y, posteriormente, desarrollista, con el objetivo de coordinar el crecimiento económico de carácter capitalista en los países industrializados y en el resto del mundo (Harvey 2004). De acuerdo con Gavin Smith (2011), en este periodo el Estado adoptó un proyecto hegemónico expansivo, que se caracterizó por establecer un equilibrio entre la expansión del capital productivo y la mano de obra a través del acceso a la salud, a la educación, a la vivienda y al trabajo. La forma de garantizar este acceso fue a través del Estado nacional, que se envistió de un lenguaje de derechos donde la heterogeneidad de las personas como el origen étnico y el género quedaban subsumidos a la uniformidad de la ciudadanía.

Si bien este periodo de hegemonía expansiva se caracterizó por el desarrollo del capital a partir de la producción industrial a nivel mundial, su desarrollo cambió de un lugar a otro por las particularidades de los contextos nacionales. En México, este periodo se caracterizó por la puesta en marcha de los modelos económicos de Desarrollo Estabilizador y el de Sustitución de Importaciones. En el sector rural la hegemonía expansiva se reflejó en políticas dirigidas al desarrollo de infraestructura, en la inversión en comunicaciones y transportes, electrificación, agua potable y en el creciente campesinado dependiente del Estado. De la población indígena se encargó el Instituto Nacional Indigenista (INI)43, a través de programas de educación bilingüe, salud, producción y comercialización de artesanías. De acuerdo con Otero y Warman, los recursos destinados en estos sectores se convirtieron en espacios clientelares que permitían tener un control político y económico del campesinado y de las poblaciones indígenas en México (Otero 2004; Warman 1985).

El objetivo de la política indigenista en el periodo expansivo era integrar a este sector de la población al desarrollo nacional mediante un proceso de aculturación. En este periodo, la atención dirigida a las artesanías tomó relevancia en el ámbito cultural y económico, porque representó para los grupos domésticos un ingreso complementario a los obtenidos por el trabajo agrícola y al trabajo asalariado producto de la migración interna. Al mismo tiempo, se vinculó como una producción alternativa ligada a la promoción turística para crear empleos rurales y frenar la migración a las ciudades (Kaplan 1993; Novelo 1976). En Chachahuantla44 la hegemonía expansiva se presentó de forma tardía y residual. Los servicios públicos en la localidad se terminaron de instalar a finales del siglo pasado. La producción agrícola, que era en pequeña escala y de temporal, tuvo mínimos apoyos públicos, porque la mayoría se concentraron en la cabecera municipal (Naupan) o distrital (Huauchinango). Por lo tanto, los campesinos sólo se beneficiaron, de manera indirecta a través de los precios de garantía establecidos por el Estado para la producción agrícola y al momento de vender sus cosechas en los mercados y tianguis de los municipios cercanos como Huauchinango, Acaxochitlán, Honey y Tulancingo45.

Sin embargo, con las constantes crisis económicas que azotaron al país se inició un periodo de decadencia agrícola. Los campesinos chachahuantecos se incorporaron a un flujo de migración interna, principalmente masculina, hacia los estados de México e Hidalgo, empleándose como dependientes o ayudantes en “puestos” de mercados y tianguis ambulantes. Cabe señalar que la migración interna en Chachahuantla, en las últimas dos décadas, dejó de ser exclusivamente masculina, a ésta se incorporó la familia nuclear, lo que causó que dejara de ser una migración temporal y se convirtiera en permanente. Quienes no se incorporaron al flujo migratorio, como es el caso de las mujeres solteras o viudas, la agricultura no representa una opción laboral, la mayor parte de ellas se dedica al bordado a máquina de blusas tradicionales.

El trabajo artesanal en Chachahuantla en la hegemonía expansiva formó parte de la organización social de los grupos domésticos de la localidad como una actividad complementaria a la actividad agrícola. Estas unidades familiares denominadas “unidad campesino-artesanas” (Cook y Binford 1995) previo a la década de los noventa, predominaban en la población. Se caracterizaban por tener una clara división sexual del trabajo, los hombres se dedicaban a la agricultura y las mujeres a la producción artesanal.

La producción artesanal consistió en la elaboración de “ropa tradicional” de hombres y mujeres para uso personal y para comercializar en pequeñas cantidades en las localidades vecinas o en los tianguis de la región. Esta producción incluyó la elaboración de camisas, calzones de manta y cotones de lana tejidos en telar de cintura, para los hombres; ropa que hacía la década de los setenta empezó a ser sustituida por la “ropa de la ciudad”. Para las mujeres, fue la hechura de naguas en telar de cintura y blusas bordadas a mano en la parte frontal y trasera; a las que posteriormente se le incorporaron bordados a máquina con hilo de algodón rojo en los contornos de hombros, brazos y pecho.

El deterioro del trabajo agrícola y el incremento de la migración masculina provocó una recomposición de la fuerza de trabajo del grupo doméstico que llevó al desvanecimiento de las unidades campesino-artesanas. En su lugar emergieron unidades de artesanas dando pauta a que el trabajo artesanal dejara de ser complementario a la agricultura y se convirtiera en la actividad económica predominante. Esta actividad se concentró en el bordado a máquina de blusas “tradicionales” y actualmente es la principal fuente de empleo para las mujeres de Chachahuantla.

Hegemonía selectiva y la emergencia del grupo de artesanas Sihua Tlazoncame Tlaiquitinime

Posterior a los años setenta y hasta la fecha, en México, igual que en el resto del mundo, se llevaron a cabo una serie de reformas estructurales de corte neoliberal (Harvey 2004, 2007; Trejo y Andrade 2013) que de acuerdo a Smith, dieron pauta a la creación del proyecto hegemónico selectivo. El paso a este proyecto significó el aseguramiento de las condiciones ideológicas y jurídicas dentro del Estado-nación para que el desarrollo del capital financiero se convirtiera en dominante y abarcara los espacios de la vida doméstica. Esto implicó un cambio en cómo las personas se incorporan a la sociedad en determinado tiempo y lugar; cambios que se caracterizaron por tender hacia un proceso de flexibilización en los ámbitos de producción, los servicios y el comercio, creando así, inseguridad y precariedad en la vida de las personas. De esta forma, ciertos sectores de la población se convirtieron en excedentes para el capital financiero y le otorgaron cierta seguridad al diversificar las diferencias geográfica, económica, cultural, étnica, ocupacionalmente y posteriormente diferenciarlos por el acceso a los derechos sociales como educación, salud y vivienda (Smith 2011: 26).

La hegemonía selectiva desarticula cada parte de la vida de las personas y las integra a políticas multiculturales que no tienen que ver con las políticas de ciudadanía y de derechos que se buscaron en el contexto de la hegemonía expansiva. La política multicultural trata de reivindicar la diferencia de aquellas minorías que históricamente han sido marginadas, como son los migrantes, los indígenas y las mujeres (Fraser 1997; Hale 2007; Vázquez 2010; Žižek 1998) a partir del reconocimiento de la identidad y el respeto de las diferencias culturales; y, de modificar instituciones y leyes para que la sociedad sea más flexible a las diferencias culturales (Kymlicka 1996: 25–26).

En México, las políticas dirigidas a la población indígena en la hegemonía selectiva tuvieron una ruptura teórica y práctica con el indigenismo de las décadas anteriores. En su lugar, se abrieron nuevos espacios políticos donde se desarrollaron modelos de autogestión, corresponsabilidad y participación política de los indígenas con la finalidad de cuestionar las políticas integracionistas y de asimilación. A la par, se promovió la diversidad cultural para crear proyectos de desarrollo orientados a la promoción de sus culturas (Báez 2011: 32; Oehmichen 2003: 76).

En el sector artesanal, las políticas selectivas impulsaron capacitaciones y financiamientos económicos para crear mercancías más atractivas al consumidor y que se adapten a estándares estéticos globales. Se generaron condiciones para que el sector artesanal tomara los matices de empresa y logrará ser una fuente de empleo constante y rentable para los productores. En este contexto, la interacción con el Estado dejó de ser paternalista y proveedora, en su lugar, se impulsaron las habilidades de emprendimiento de los artesanos y se dio paso a que sectores de la sociedad civil se conviertan en los intermediaros entre el mercado y los artesanos. Por otra parte, se desarrolló un discurso moral de pago y comercio justo por el trabajo de las artesanas, el cual se puede apreciar en la introducción de este artículo, que incorporó aspectos considerados inconmensurables como es el valor cultural de los objetos y el conocimiento de los productores. En este sentido, la producción de artesanías en la hegemonía selectiva se convirtió en una puerta para los productores para acceder al campo hegemónico, a partir de diferenciarse como indígenas, como artesanas y como mujeres.

En Chachahuantla, la hegemonía selectiva se hizo evidente con la intervención del INI en el sector artesanal a través del programa de Fondos Regionales de Solidaridad (FRS) a mediados de 1998. Este programa intentó disciplinar la fuerza de trabajo de la localidad mediante una serie de capacitaciones que abarcaban destrezas manuales como corte y confección; y, la adscripción de las bordadoras como artesanas. El objetivo era que las bordadoras crearan un proyecto productivo que a la postre se convirtiera en una empresa artesanal.

Sin embargo, ante la falta de seguimiento del INI y la falta de interés de las mujeres, quienes no se sintieron interpeladas por el discurso artesanal y de negocio propio, el proyecto fracaso. En un segundo intento, los técnicos del INI conformaron el grupo de artesanas Sihua Tlazoncame Tlaiquitinime bajo los lineamientos del programa de FRS. Desde su surgimiento el grupo participó en innumerables capacitaciones y en exposiciones artesanales a nivel estatal, nacional e internacional, lo que permitió que el grupo se convirtiera en una instancia de gestión permanente con las dependencias gubernamentales por sus componentes étnicos y de género.

La incorporación de las bordadoras a los programas gubernamentales implicó un proceso de diferenciación con respecto de las mujeres que no participaron en el grupo, porque las primeras se convirtieron en sujetos políticos al interactuar con instituciones gubernamentales por su adscripción como “artesanas” y no como ciudadanas. Por otra parte, las dependencias gubernamentales fueron una pieza clave para el desarrollo del grupo durante los primeros años por las capacitaciones y la creación de espacios de comercialización. Sin embargo, su participación ha disminuido de forma gradual en los últimos siete años, hasta convertirse en algo marginal. Hecho que ha repercutido en el trabajo de las artesanas, pues aún con los logros obtenidos dependen de la gestión estatal para asegurar su sobrevivencia como grupo.

Frente a esta problemática, en años recientes emergieron sectores de la sociedad civil interesados en la promoción artesanal. Tal es el caso de “La Red”, una asociación civil interesada en producir artesanías de alta calidad; con patrones y diseños específicos; que se adapten a tendencias de moda, tallas, combinación de colores; y que promueve el pago justo a las artesanas. Con la intención de entender este proceso, en el siguiente apartado abordo la elaboración de los cojines relatados en la introducción de este artículo; prestando atención a las estrategias de las artesanas para realizar su trabajo y a las relaciones sociales de producción generadas entre La Red y las artesanas que quedan desdibujadas en la tienda de arte popular.

El trabajo con la Red y “los cojines del comercio justo”

La Red es una asociación civil que trabaja con grupos artesanales de diferentes estados del país, su principal objetivo es generar espacios de comercialización y otorgar capacitaciones. Dicha asociación brinda a los artesanos un “acompañamiento integral” que consiste en la vinculación con otras organizaciones de la sociedad civil; en el reconocimiento institucional a medianos o pequeños grupos de artesanos; en la integración a cadenas de comercio justo; y en la dotación de un sistema comercial, administrativo y contable que permite a las artesanas aprender lo que es justo para ellas y justo para los clientes. En palabras de los integrantes de la Red, su trabajo es “ser un puente entre el mercado y las artesanas y entender el lenguaje de ambos”46.

Sihua Tlazoncame Tlaiquitinime desde hace siete años inició una relación laboral con La Red. Pero, el esquema de trabajo es distinto al experimentado con dependencias de gobierno. La producción artesanal impulsada por la asociación se desarrolla a partir de la viabilidad comercial, de una revisión de calidad y de una desarticulación del proceso productivo. Estos aspectos permiten a La Red vender a un precio justo y no caer en “el regateo” ya que quien compra las artesanías “está pagando por un trabajo, no están regalando [dinero], ni hacen un favor”.

Sin embargo, el argumento de La Red sobre el trabajo artesanal cuando se incorpora en la vida cotidiana de las artesanas toma dimensiones muy alejadas de relaciones de trabajo justas y se acerca más a relaciones de explotación laboral. Tal es el caso de los cojines relatados al inicio del documento, los cuales fueron sufragados, diseñados y comercializados por La Red. El trabajo de las artesanas fue maquilar los bordados de los cojines en un esquema de trabajo similar al de la maquila a domicilio, conocido como putting out system o trabajo por encargo (Flores 2010). El trabajo por encargo que realizan las artesanas si bien es distinto en escala de producción con respecto a una fábrica, es similar en cuanto a la forma de explotación de la mano de obras porque las artesanas están al margen de los beneficios económicos logrados con la venta de la mercancía (Cook y Binford 1995: 55); como se verá más adelante.

En los primeros días de mi trabajo de campo Alejandra, la encargada del grupo, viajó a las oficinas de La Red ubicadas en el centro de la ciudad de Puebla para que le entregaran el nuevo modelo de cojines para bordar. De acuerdo con Alejandra, el día que estuvo en las oficinas de La Red le explicaron cómo debían hacer el trabajo, cortó la tela para los cojines en las medidas solicitadas y armó un paquete para cada artesana que contenía las instrucciones para hacer el bordado, la tela y el hilo a utilizar.

Al día siguiente de su regreso a Chachahuantla, después de preparar el desayuno e ir a dejar a sus hijos a la escuela, fue a ver a sus compañeras casa por casa para avisarles del nuevo trabajo y preguntarles si tenían tiempo para hacerlo en un par de días, porque La Red los necesitaba inmediatamente. Algunas compañeras aceptaron y otras no, la justificación de las últimas fue que tenían trabajo con el bordado de blusas y era muy poco el tiempo para hacer los cojines. Ante la negativa de algunas de sus compañeras, Alejandra buscó ayuda de familiares cercanas o conocidas para que pudiera terminar el trabajo y no quedar mal con el encargo de La Red.

Cuando le pregunté a Alejandra por qué sus compañeras no querían hacer los cojines, me respondió entre molesta y preocupada que no sabía, pero normalmente le hacían lo mismo y no las entendía, “porque siempre se quejan de que no hay trabajo y cuando llega el de La Red no les gusta hacerlo”. En los días posteriores visité a las artesanas que se habían negado a hacer el trabajo para indagar sus razones. Las respuestas pueden resumirse en una: “son muy exigentes y pagan poco”. Les pedí que me explicaran un poco más a que se referían, la siguiente es la respuesta de una de ellas:

A mí no me gusta trabajar con La Red porque son muy exigentes. Si no haces el trabajo como ellos lo piden te lo regresan y lo tienes que volver hacer, y ese trabajo no te lo pagan. Por ejemplo, los cojines. Si les cambio el color del hilo, o si me quedan bolsudos, o el bordado no está derecho y en el centro, tengo que volverlos hacer y a mí me siguen pagando los mismos $30 por pieza. Porque no creas que nos pagan mucho, imagínate si viviera del trabajo de La Red me muero de hambre, ni para el cuartillo de maíz me alcanzaría (Guadalupe, 50 años, agosto del 2014).

El testimonio de Guadalupe, por una parte, refleja el descontento generado por el disciplinamiento del trabajo que lleva a cabo La Red con las artesanas. El cual inició con el INI al conformarlas como grupo y capacitarlas para ajustarse a tiempos de entrega, a la creación de nuevas mercancías y a la mejora en la calidad de sus textiles. Pero se ha exacerbado con la intervención de la sociedad civil, porque como lo sugieren ellos, ser rigurosos con la calidad se debe a su intención de convertir a las empresas sociales en empresas “porque la mayoría son grupo y de ahí falta capacitación en tiempos de calidad, medida, diseños, etcétera. Es ahí donde entra el trabajo de La Red de asesorar el trabajo artesanal.”47

Pese a su descontento por el disciplinamiento, las artesanas continúan trabajando con La Red, cuando les pregunté ¿por qué? ellas respondieron que “no sabían, a ellas sólo les dan el trabajo y lo hacen cuando pueden”. Otras integrantes me explicaron que recientemente “eran los únicos que les daban trabajo, porque las otras dependencias ya las habían cerrado” y alguien más culpó a la encargada de no “moverse” para conseguir mejores clientes. No obstante, considero que el trasfondo de su relación con La Red está directamente ligada al proceso de la hegemonía selectiva, el cual ha acotado los márgenes de acción del grupo de artesanas reduciendo las opciones de trabajo y de mercado, al mismo tiempo de hacerlas más dependientes de la producción artesanal por ser su principal fuente de ingresos.

Aunado a esto, la forma de trabajo de La Red es a destajo, es decir, las artesanas no hacen piezas completas sólo una parte de ellas. En el caso de los cojines, ellas dibujaron y bordaron la figura del cojín, el armado y relleno de la pieza lo hizo un sastre. La justificación de La Red fue que el cojín debe quedar perfectamente alineado y a las artesanas “les queda chueco”. En consecuencia, el pago por el trabajo no es por la elaboración de un cojín, sino por el bordado y el dibujo. A cada artesana le pagaron entre 30 y 60 pesos, dependiendo del tamaño del bordado y cada una elaboró un promedio de 3 piezas en 4 días. Estos pagos, pese a ser mayores al pago promedio, continúan siendo paupérrimos e insuficientes para alcanzar niveles de reproducción básicos; a lo que hay que sumar, la frecuencia con las que son contratadas las artesanas, la cual varía dependiendo de los pedidos que tenga La Red.

Las condiciones de trabajo flexibles de La Red han exacerbado que las artesanas en su vida cotidiana se reproduzcan en condiciones de precariedad moviéndose constantemente entre el trabajo y el desempleo, al margen de un mercado voluble. En este sentido, las artesanas se incorporaron a un proceso de proletarización donde dependen de la venta de su fuerza de trabajo para tener un ingreso que teóricamente les permita alcanzar niveles de reproducción básica.

La proletarización del grupo de artesanas, siguiendo a Churchill es más complejo que el despojo de sus medios de producción. Éste se ha gestado como un proceso de “clasificación” entre las integrantes del grupo y las bordadoras que están al margen; moldeando la interacción social entre las mujeres de la localidad y entre los sujetos externos a ésta. Así, las artesanas forman parte de un campo de fuerza donde las redes y relaciones de poder son más amplias a la estructura de relaciones sociales de su lugar de origen y con las que se demarcan posiciones sociales jerarquizadas (Churchill 2004; Roseberry 1998). Al incorporarse a las filas del mercado de trabajo las artesanas compiten con otras mujeres artesanas indígenas que conforman la población excedente, por lo tanto a la subordinación directa de género y etnica se sumó la de clase.

Por otra parte, el discurso del comercio y pago justo que cobija a La Red se soporta bajo relaciones de confianza entre el productor y el consumidor, ya que, el consumidor al adquirir estas mercancías cree que está apoyando procesos de desarrollo social en los lugares donde son producidas. Sin embargo, como se ha documentado, antes de ser un espacio de equidad, la producción de mercancías étnicas ha gestado relaciones jerárquicas que desdibujan las causas de la desigualdad estructural al despolitizar las relaciones de producción existentes detrás de cada producto artesanal y buscar la justicia social en relaciones de mercado.

Finalmente, La Red en la hegemonía selectiva se ha posicionado como el nuevo intermediario en el sector artesanal desplazando a las dependencias gubernamentales, gracias a su mayor capacidad económica para asumir riesgos de inversión y de creación de nuevos productos. No obstante, su intervención y el esquema de trabajo a destajo forma parte de la “gestión étnica” (Vázquez 2010) que caracteriza los sectores de la sociedad civil, los cuales obtienen beneficios económicos y políticos a partir de comercializar la imagen étnica de los grupos artesanales con los que trabajan.

A modo de cierre

En este artículo, mi interés fue analizar las condiciones hegemónicas que hicieron que el grupo de artesanas se insertara en relaciones de trabajo proletarizadas y a destajo, en las que, además de tener que exacerbar su condición de género y etnia quedaron inmersas en relaciones de clase. Para esto analice el tránsito de la hegemonía expansiva a la selectiva en el contexto nacional y local, así como sus repercusiones en el trabajo artesanal; el cual, ante las constantes crisis agrícolas y los procesos de migración, para el caso chachahuanteco, dejo de ser una actividad complementaria y se convirtió en la principal fuente de ingresos de los grupos domésticos.

Por otra parte, apuntalé que la transición de un proyecto hegemónico expansivo a uno selectivo, además de reducir las fuentes de ingreso como eran el trabajo agrícola o el trabajo asalariado, sentó las condiciones para las artesanas se convirtieran en maquiladoras de textiles artesanales haciéndolas cada vez más dependientes de la oferta y la demanda del mercado. Sin que esta actividad les permita contrarrestar las condiciones de desigualdad en las que viven cotidianamente.

Partiendo de esto, no es fortuito que en años recientes la valoración cultural de las expresiones indígenas sean tan exitosas en el mercado de lo étnico. Sin embargo, en estos mercados las artesanas, indígenas y mujeres son exaltadas y revalorizadas como “otras” pero negadas como “iguales” en cuanto a derechos sociales, laborales, de salud y educación, respecto de aquellos que, paradójicamente, pretenden reivindicarlos, llámense instituciones gubernamentales o civiles.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]

43 En 2003 se creó la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) que sustituyó al INI, con el objetivo de mejorar las prácticas estatales hacia la población indígena y dar solución a los problemas que la abolida institución no había resuelto mediante el incremento del presupuesto anual. (consulta en línea http://www.cdi.gob.mx).
44 Chachahuantla, por sus vocablos en náhuatl, significa lugar donde suena el agua. Es una Junta Auxiliar de 1,140 habitantes, perteneciente al municipio de Naupan, situada a 1,760 m. sobre el nivel del mar, entre la cadena montañosa que compone el extremo oriente de la Sierra Norte de Puebla colindante con el estado de Hidalgo (Censo de Población y Vivienda, INEGI 2010).

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

Deja un comentario