El proletariado del multiculturalismo

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Luis Acatzin Arenas Fernández
aca_capi9@hotmail.com

Resumen

El presente artículo aborda la forma en que, en la etapa actual del capitalismo, el capital, en su incesante lucha por reproducirse, atrae fuerza de trabajo bajo nuevos modelos. Este proletariado, el cual trabaja bajo condiciones desfavorables y peculiares, se construye a partir de dos procesos: por un lado, a través de la interpelación ideológica que marca en los sujetos una posición en su subjetividad guiada por la ideología multicultural. Por otro, como consecuencia de la atracción de fuerza de trabajo que el capital genera desde del nicho de mercado dominante: la cultura. Los danzantes de la mexicanidad como proletariado multicultural solo pueden servir al capital en la medida en que, primero, se reconstruyen como tales, como danzantes. En un segundo momento son atraídos como fuerza de trabajo cuando el mercado de la cultura les ofrece trabajos relativamente menos desgastantes y mejor pagados, pero que principalmente dan un nuevo estatus que trabajos anteriores no podían dar: un lugar como “guardianes de la tradición”.

Para hablar sobre un proletariado del multiculturalismo primero quiero establecer el contexto general y específico en que este tipo de trabajadores emergen. Por multiculturalismo me refiero al discurso hegemónico vigente que, bajo la premisa de la defensa y tolerancia de la diversidad y la diferencia cultural, establece la diversidad como un valor en sí mismo (Eagleton 2016). Si bien la diversidad es un elemento propio de las sociedades, contra la cual no intento discutir, el problema es que al tomarla como un derecho fundamental de las personas y no solo como una de sus características, genera una perspectiva del mundo en la cual este se encuentra dividido no por clases sociales producto de la distribución desigual de la riqueza, sino por diferentes culturas. Estas culturas se estructuran en términos de “formas de vida”, de modo tal que casi cualquier cosa puede ser pensada como cultura: la de los empresarios “cultura empresarial”, la de la violencia y el narcotráfico “cultura de la violencia”, una cultura determinada por las preferencias sexuales, desde aquellas marcadas por el género hasta las que derivan de manera directa de la forma en que se lleva acabo el acto sexual. Por ejemplo, se habla de una cultura gay, del porno, etc. Entre esta diversidad de formas de vida se incluyen aquellas determinadas por el elemento étnico, característica propia de los nacionalismos.

Si bien el multiculturalismo no desecha el discurso cultural del nacionalismo, se diferencia de él en la medida en que pone en primer término el tema de la diversidad frente a la idea de homogeneidad cultural. Es decir, el discurso de la unidad nacional no desaparece, solo deja de ser dominante y se expresa de nuevas formas tan ambiguas como las pasadas13. El multiculturalismo llega a México de manera oficial con la subscripción del estado mexicano al Convenio 169 de la OIT sobre pueblos indígenas y tribales en países independientes. Se ratifican de manera secuenciada en 1989, 1990 y 2001 los acuerdos que hacen de México una nación pluricultural, “sustentada originalmente en sus pueblos indígenas” (Vázquez 2010: 260). A partir de esto numerosos grupos en todo el país comienzan a adoptar el discurso étnico como una manera de ser reconocidos por el estado (Vázquez 2010; Recondo 2007). Una de las consecuencias de ello es que estos grupos que comienzan a identificarse bajo una identidad y cultura propia entran en el juego de la demanda por reconocimiento, dejando de lado las demandas que surgen de la relación entre capital y trabajo. En ese sentido, uno de los objetivos en el presente documento al proponer el concepto de proletariado multicultural, es hacer énfasis en la vinculación entre identidad, cultura y capitalismo.

Bajo la actual etapa del capitalismo, llamada por Fredric Jameson (2012) capitalismo avanzado, se genera una lógica cultural propia, el posmodernismo. Derivado de él, señala Slavoj Žižek (1998), el multiculturalismo aparece como su ideología. En este contexto histórico, marcado por una forma particular en la que el capitalismo opera, la cultura no solo se convierte en términos simples y llanos en “una forma de vida”, además se conforma como un nicho de mercado. Una de sus caras es aquella que el capital, a través del turismo, ha sabido explotar con especial énfasis: la cultura entendida como vínculo con las raíces y esencias primordiales, definición heredada del nacionalismo pero ahora volcada hacia el mercado, pues se le agrega un componente más: una oportunidad de experimentar la otredad.

En el caso de los municipios poblanos de San Andrés Cholula y San Pedro Cholula, contexto inmediato en el que se desenvuelve el proletariado multicultural al que hago alusión, la noción de cultura se resume en la referencia al pasado prehispánico, una forma de vida guiada por “nuestras verdaderas raíces”. De este modo, se ha construido un discurso de unificación de “las Cholulas” bajo la idea de “La Ciudad Sagrada”. En 2012 esta idea fue impulsada como política pública con la denominación conjunta de ambos municipios como “Cholula Pueblo Mágico”14 . Las constantes referencias a la cultura en las calles principales de la zona de Cholula obedecen principalmente a la apuesta que han hecho los distintos niveles de gobierno por el turismo y el sector servicios. Los cuales, se propone, son una forma efectiva de reactivar la economía. El medio para ello es la venta de la cultura, pero no de cualquier tipo de cultura, sino de aquella que el turismo imagina, busca y, por lo tanto, ayuda a inventar: la que representa formas de vida alternativas al capitalismo y la modernidad. Es decir, una idea de cultura anclada en la añeja noción ilustrada de la otredad, de lo folklórico, del indígena que está en contacto directo con la naturaleza y sus tradiciones, lo exótico. La “Ciudad Sagrada” intenta atraer turismo bajo esos términos.

El multiculturalismo como ideología: la construcción de sujetos multiculturales

El conocido y debatido concepto althusseriano de interpelación, el cual fue tomado prestado por Althusser de la propuesta psicoanalítica de Lacan, abrió la discusión en torno a la ideología trasladándola de la vieja y mal lograda definición de falsa conciencia a una perspectiva interesada en la construcción social, política y económica de las posiciones del sujeto. De este modo, para Althusser el sujeto necesariamente se encuentra constituido por lo ideológico, pues mientras solo podemos hablar de las personas en sentido abstracto lo que encontramos materialmente son sujetos (Althusser 2011: 141-143), los cuales toman forma a partir de la interpelación ideológica. El sujeto se construye a partir de prácticas y discursos a través de los cuales se relaciona con el resto del mundo. El lenguaje, primera forma material que toma el pensamiento, resulta indispensable en el proceso mediante el cual la ideología deviene en sujeto, pues las múltiples posiciones que el sujeto puede tener se encuentran dentro de los límites de lo que puede ser representado.

Si el multiculturalismo promueve el respeto por la diferencia está claro que no podemos afirmar que en la actualidad es el modelo hegemónico que rige las relaciones entre personas. Al menos no en términos estrictos. Es decir, el multiculturalismo no se traduce en prácticas de respeto por la diferencia. Al leer los periódicos fácilmente podemos encontrar evidencia de ello en las diversas manifestaciones de odio que surgen en todo el mundo: en el corazón de la Europa occidental el renacimiento de los discursos nacionalistas de derecha; en Estados Unidos marchas y mítines de grupos neonazis contra migrantes, especialmente los latinos, y la población afroamericana; en Malasia se intenta criminalizar las relaciones homosexuales15; en los partidos de futbol en los estadios europeos los canticos para denostar a los jugadores de ascendencia africana son cada vez más comunes. ¿Entonces por qué comencé este documento afirmando que el multiculturalismo es un modelo hegemónico? Como bien lo demuestra el debate entre Sara Ahmed y Slavoj Žižek (2012), el multiculturalismo es hegemónico como ideología o, en palabras más llanas, como discurso. Con esto no quiero decir que solo sean palabras, más bien sugiero que debemos enfocarnos en la forma en que este discurso estructura las relaciones sociales no en la aplicación de los valores multiculturales, sino en la aplicación del trasfondo del mismo discurso. Me explico.

El multiculturalismo se encuentra lejos de presentarse de manera empírica, esto es lo que Ahmed denomina “actos de habla no-performativos”, es decir, la corrección política multicultural no resulta en actos realmente tolerantes, que respeten la diferencia. No se realizan en la práctica aunque en el discurso se afirme lo contrario. No obstante, y aquí es donde la noción de actos de habla no-performativos erra en el objetivo, el discurso multicultural puede tomar otro camino en los hechos, lo empírico, lo material, diferente a la búsqueda de coherencia entre discurso y acto. En términos de Žižek se trata de complementar la idea de la no-performatividad “con una vuelta más”, es decir, señalando la fuerza performativa del trasfondo del multiculturalismo y su corrección política. La intención de Žižek es dirigir la discusión hacia el tema del racismo implícito en el discurso multicultural, y no limitarse a evidenciar la contradicción entre lo que se dice y lo que se hace16. El multiculturalismo podrá no regir las relaciones sociales en los términos formales del mismo discurso multicultural, no obstante, sugiero que sí brinda una guía en la realidad en la medida en que en tanto ideología, y aquí volvemos a Althusser, el multiculturalismo termina realizándose como subjetividad. Esto es, una fracción de la población se reconstruye o toma una nueva posición marcada por el multiculturalismo. Los danzantes de la mexicanidad en Cholula no se reconstruyen en sujetos multiculturales porque respeten la diferencia, porque dejen de ser racistas, misóginos u homofóbicos, sino en la medida en que abordan el barco de la identidad étnica y las demandas de respeto e inclusión de las “verdaderas tradiciones mexicanas” en un momento en el que la ideología multicultural domina y define la cultura, las relaciones sociales, la política y la economía. Es decir, en un momento en el que el multiculturalismo impone ciertos límites y ejerce presión para atraer a la población dentro de los márgenes de su discurso.

La interpelación ideológica del multiculturalismo, a través del movimiento de la mexicanidad, reconstruye a sujetos que en el pasado no tenían ningún vínculo con los llamados rituales prehispánicos en representantes de una identidad étnica, en “guardianes de la tradición”. Por ejemplo, Xiuhtecuhtli nació y aún vive en uno de los barrios “difíciles” de la capital poblana. Desertó de la escuela a temprana edad y desde entonces una de sus actividades para generar ingresos fue tocar su guitarra y pedir a cambio una propina. En la década de los noventa, impresionado por el eclipse total de sol de 1991 y las múltiples teorías que surgieron sobre las predicciones de los mayas, Xiuhtecuhtli comenzó a interesarse sobre “su verdadera cultura”, es decir, aquella que tiene su raíz en las antiguas culturas prehispánicas. Poco tiempo después, al ver un letrero que anunciaba clases de “Danza Azteca Guerrera”, conoció a un danzante que lo introdujo en los rituales de la danza mexica y que al mismo tiempo le mostró que había un público interesado en esos rituales, lo cual se podía traducir en una nueva forma de obtener ingresos económicos, a los cuales les llaman cooperaciones.

Por su parte, Ameyal conoció la danza a través de Xiuhtecuhtli, su amigo. En la danza encontró, según sus propias palabras, “un camino espiritual auténtico” y al mismo tiempo una forma de ganarse la vida menos desgastante. Antes de reconstruirse como danzante, sujeto multicultural, tuvo trabajos como ayudante de carpintería, donde perdió un dedo, vendedor de Bon-Ice, trabajo en el cual ganaba un peso por unidad vendida, y estatua humana. En el caso de Coyoltzin, originario de un barrio de Cholula, su entrada a la danza fue cuando, admirado por los aguerridos danzantes emplumados que veía en Cholula durante los festejos del equinoccio de verano, se unió al grupo de Xiuhtecuhtli. Desde entonces complementa su trabajo como comerciante de artesanías y souvenirs con sus actividades como danzante, asistiendo a los llamados rituales de tradición y realizando ceremonias y performances para el turismo, al igual que lo hacen Ameyal y Xiuhtecuhtli.

Estos sujetos se reinventaron como sujetos multiculturales a partir del contacto con dos ambientes: el de las ceremonias y rituales organizados por otros danzantes que tienen como objetivo recuperar la forma de vida y espiritualidad prehispánica, en respuesta a la decadencia de la vida moderna; y aquel que los pone frente a un público ansioso de conocer y participar en rituales prehispánicos. Estos sujetos comenzaron a cambiar su forma de hablar, añadieron a su discurso ideas sobre la madre tierra, el padre sol, las energías antiguas y denuncian las mentiras contadas por la historia oficial de México. En su vocabulario se incluyeron palabras y algunas frases armadas en náhuatl: Ometeotl (una forma equivalente de referirse a un Dios único), Tonatiuh (sol), tlazocamati (para dar las gracias), entre otras. Empezaron a usar ropa de manta, bordada o con motivos prehispánicos, así como collares y pulseras hechos con piedras, semillas y garras de ave rapaz. Lo exótico, una de las ideas que el multiculturalismo no inventó pero que sí ha impulsado y explotado a partir de la noción de un mundo dividido en culturas, ha sido la guía de la construcción del sujeto multicultural.

Una vez vestidos como danzantes la figura del exotismo es por demás evidente: utilizan plumas de todo tipo de aves para adornar penachos y piezas de los atuendos; los trajes de danza suelen estar hechos con diferentes tipos de piel, desde las pieles de animales de granja (vaca, cerdo, conejo) hasta aquellas de animales más exóticos (coyote, jaguar, venado, cocodrilo). La manera de moverse también cambió. Por un lado, la ejecución de los movimientos de la danza, por otro, las posiciones y posturas que hacen cuando se toman fotos, realizan rituales o cuando, con el micrófono en mano, dan discursos sobre la espiritualidad prehispánica o la importancia de recuperar las tradiciones.

Tal vez uno de los elementos más llamativos al moldear sus cuerpos son las escarificaciones. Las escarificaciones son escaras hechas en la piel por medio de incisio nes superficiales o profundas. Al cortar la piel, la incisión deja una cicatriz en la dermis que sobresale debido a la muerte del tejido. La imagen grabada o escara es como un tatuaje pero en tercera dimensión. Indudablemente los danzantes que portan escarificaciones en sus cuerpos llaman la atención del público e incluso de otros danzantes. No solo intentan mostrar que son diferentes, que son portadores de peculiaridades culturales que los hacen especiales, además, intentan ahondar la diferencia a través del uso de elementos tan inusuales –exóticos— como las escarificaciones, pero bajo el cobijo del aura de lo “auténtico”17. El tema de lo exótico en la cultura de los grupos locales genera nuevos espacios en el mercado que son aprovechados por los danzantes de la mexicanidad, proletariado del multiculturalismo.

¿Proletariado?

Lo primero que debemos entender al hablar sobre proletariado es que este concepto marxista no es un sinónimo de trabajador industrial, aunque el concepto no lo excluye. Por proletariado o proletarización debe entenderse la desposesión de los medios de producción; aquellos que son forzados hacia el mercado para vender su fuerza de trabajo (Kashmir y Carbonella 2014: 5); la necesidad de vender fuerza de trabajo sin la garantía de que esa fuerza de trabajo se realizará (Kawashima 2009: 12); o, como bien lo resume Michael Denning : “hay que insistir en que ´proletario´ no es sinónimo de ´trabajador asalariado´ sino de desposeimiento, expropiación y dependencia radical del mercado. No se necesita un trabajo para ser proletario: la vida sin salario, no el trabajo asalariado, es el punto de partida para entender el libre mercado” (Denning 2010: 79).

Este concepto es de utilidad para pensar el tema de los danzantes de la mexicanidad en Cholula y su relación con el mercado de la cultura por al menos dos motivos generales. Primero, el hecho de que estos danzantes no reciban salario, ni tengan horarios de trabajo no quiere decir que se encuentren fuera de los márgenes del capitalismo (Denning 2010). Al nombrarlos proletariado volvemos la mirada a una de las contradicciones estructurales de este modo de producción: lejos de suponer que estos sujetos que, vestidos con pieles exóticas y plumas y que deambulan por Cholula buscando propinas del turismo a cambio de fotos, danzas y limpias, realizan estas actividades como una forma de resistencia cultural, como consecuencia de su falta de disciplina para el trabajo o al contrario, porque es parte de una actividad emprendedora o por mero azar, se evidencia que la desposesión de los medios de producción obliga a la población desposeída a vender su fuerza de trabajo como única posibilidad para lograr la reproducción de la vida.

A decir de Marx y Engels “el factor determinante de la historia es, en última instancia, la producción y la reproducción de la vida real” (Crehan 2004: 109). De este modo, en términos analíticos el concepto de proletariado nos ayuda a entender que las actividades que realizan los danzantes de la mexicanidad en Cholula necesariamente se encuentran determinadas por su condición de desposeídos. Lo que Kate Crehan llamaría una experiencia de clase (Crehan 2004). La venta de fuerza de trabajo es la única forma en que pueden “ganarse la vida” (Denning 2010), por lo tanto, al encontrarse en Cholula con las condiciones que permiten conseguir ingresos presentándose bajo la figura de la identidad étnica, de representantes de “la cultura”, tanto esta imagen como las actividades que realizan guiadas por ella tienen como principal motivación –aunque no la única— lograr la reproducción de la vida. Su construcción como sujetos multiculturales se encuentra vinculada con la necesidad de conseguir ingresos y con la existencia de un mercado que permite lograr este objetivo a través de la venta de la cultura.

En segundo lugar, el concepto de proletariado es útil en términos políticos. Como ya he señalado, una de las consecuencias políticas del multiculturalismo es la fragmentación de la población en una multiplicidad de identidades, lo cual se traduce en grupos más reducidos, delimitados, enfrentados entre ellos y demandando reconocimiento y derechos especiales al estado. De este modo, la lucha por derechos comunes queda relegada, pues lo que resulta primordial en el multiculturalismo es el derecho a la diferencia. Los discursos que impulsan los valores del multiculturalismo terminan escondiendo las condiciones materiales en las que la diferencia surge o es construida. Es decir, la pobreza y la desigual distribución de la riqueza. En ese sentido resalta la función ideológica del multiculturalismo como mistificación de la realidad: desvía la atención de los problemas derivados de la producción, apropiación y distribución de trabajo excedente, esto es, de la lucha de clases. Como señala Terry Eagleton “el culto a la inclusividad ayuda a enmascarar las diferencias materiales. El derecho a vestir, trabajar o hacer el amor como uno desea es venerado, mientras que el derecho a un salario decente es rechazado” (Eagleton 2016: 36).

La celebración de lo folklórico, lo diferente, lo exótico se ancla en la estética de la diversidad, de este modo la pobreza queda fuera de nuestro vocabulario y es sustituida por otras palabras para describir a quienes poseen dichas características: artistas, guardianes de la tradición o expertos rituales. Al llamar a los danzantes de la mexicanidad en Cholula proletariado multicultural, la diferencia cultural se traslada de un entendimiento de la cultura en términos de “formas de vida”, a una perspectiva de este concepto a partir de su componente de clase. Al proponer el concepto de proletariado no pretendo decir que su uso en sí mismo explica las relaciones sociales en su totalidad, más bien, sugiero que puede servirnos como una brújula que nos permite poner en el centro de la discusión la crítica al capitalismo desde sus contradicciones fundamentales. En lugar de limitarnos a criticar sus consecuencias superficiales, como el tema de la marginación contra la que el multiculturalismo debate, se trata de tomar como un referente central la búsqueda de la reproducción de la vida y las condiciones en que esta lucha se da.

Lo que esconde la idea de guardianes de la tradición

En Cholula es común que los representantes de las administraciones municipales llamen a los danzantes “guardianes de la tradición” cuando estos participan en ceremonias y eventos organizados por los gobiernos locales. En estos eventos el presidente municipal agradece públicamente la labor de estos guardianes pues son los encargados de preservar las verdaderas tradiciones de Cholula, aquellas heredadas desde tiempos prehispánicos. Al terminar la ceremonia ritual y oficial el presidente municipal se acerca, reitera sus agradecimientos a los danzantes por haber accedido a participar, se toma una foto con ellos y se despide. Después llega uno de los representantes del municipio para pagar a los danzantes por el servicio prestado. Sin embargo, y esto sucede de manera general independientemente de que el contratante de los danzantes sea una administración municipal o algún grupo del sector privado, siempre se maneja como una cooperación y no como un pago. Los danzantes reciben a cambio de su trabajo un “apoyo” por parte de sus contratantes. Es decir, no son vistos como trabajadores o prestadores de servicio, sino como representantes de la tradición cuyo objetivo es compartir con los demás un poco de lo que les pertenece, su cultura y cosmovisión. De este modo, los danzantes no son catalogados como proletariado, población desposeída, es decir, se niega su labor como fuerza de trabajo. Por participar en este tipo de eventos suelen obtener pagos entre $150 y hasta $300 por danzante. En el caso de Coyoltzin en ocasiones no recibe un pago, pero a cambio de colaborar en estos eventos ha obtenido un permiso del municipio para vender artesanía y danzar para el turismo en una plaza pública. Danzar para el turismo implica una dinámica distinta. Las administraciones municipales en Cholula prohíben a los danzantes cobrar una cuota fija a los turistas por sus rituales y fotos, por lo tanto piden una cooperación voluntaria. El estatus de trabajador vuelve a ser negado. No pueden presentarse como prestadores de servicios, es decir, no están presentando un espectáculo, y no pueden cobrar por ello, más bien se reafirma el discurso que posiciona a los danzantes como herederos de la cultura prehispánica, justo lo que el turismo busca. Esta imagen del danzante que encarna una vida alternativa al capitalismo y a la modernidad es la misma imagen con la que se ha dotado a la zona de Cholula, la Ciudad Sagrada, con el fin de atraer visitantes.

Conclusiones

La cultura como nicho de mercado impulsado bajo la etapa actual del capitalismo, ha resultado ser una forma efectiva de atraer al mercado a una parte de la población previamente desocupada o con trabajos precarios. La identidad étnica que asumen los danzantes de la mexicanidad en Cholula no es simplemente la expresión de una esencia interior o del redescubrimiento de sus raíces prehispánicas. Más bien, esta identidad se encuentra vinculada con el capitalismo pues se construye en un contexto en el que la cultura se perfila como un medio para ganarse la vida. El concepto de proletariado nos da una guía para entender la construcción de una subjetividad multicultural, pues es la condición de desposeídos lo que hace que cierta fracción de la población encuentre en la venta de la cultura una manera de incorporarse al mercado de trabajo, aunque no sean reconocidos como trabajadores sino como “guardianes de la tradición”.

La figura de “guardián de la tradición” da pie a la discusión sobre proletariado multicultural en dos sentidos. El primero ya lo he desarrollado en este artículo, sobre el segundo solo presento una breve reflexión pues profundizaré en ello en otro espacio. Por un lado, en términos ideológicos y económicos la noción de “guardián de la tradición” funge como parte de la fantasía que exalta lo exótico de una cultura original, con lo cual se atrae turismo –capital—, al tiempo que se niega a los danzantes el estatus de trabajadores –ideología. Por otro, esta denominación resume una de esas motivaciones que van más allá de lo económico y que juega un papel preponderante a la hora de atraer fuerza de trabajo hacia el mercado de la cultura. Frente a otro tipo de trabajos, como los de albañil, vendedor de Bon-Ice, estatua humana o artesano, conseguir la reproducción de la vida en Cholula bajo una identidad étnica, como lo hacen los danzantes de la mexicanidad, da sentido a la vida y al mismo tiempo se trata de un trabajo que es relativamente menos desgastante y mejor pagado.


No es el mismo trato el que los danzantes reciben cuando se presentan como tales, sujetos multiculturales, que aquel que recibían cuando trabajaban vendiendo Bon-Ice o boteando en los camiones. Con el traje de danzante puesto se convierten en personas que pueden ser consultadas como verdaderas conocedoras de un tema, como expertos rituales, artistas que dominan el campo de la danza. La gente se acerca a ellos y les pregunta por sus rituales, se toman fotos, les dan las gracias por compartir su cultura, algunos, conmovidos, lloran después de una ceremonia. En este sentido podemos decir que la cultura es aquello que hace que la vida valga la pena (Eagleton 2016). Además, mientras que el salario de un albañil llega a los $350 por una jornada laboral completa y por demás desgastante, como danzante se puede obtener la misma cantidad por una hora o en ocasiones por diez minutos de trabajo. Claro, no siempre logran conseguir presentaciones, por ello suelen estar cerca de la zona arqueológica tomándose fotos con los turistas, actividad en la cual los ingresos económicos son irregulares.

El objetivo que ha guiado este artículo es el de mostrar como bajo la denominación multicultural de los guardianes de la tradición podemos encontrar una forma específica en que se moviliza fuerza de trabajo. El círculo de la performatividad ideológica del multiculturalismo se cierra: el discurso sobre la cultura como “forma de vida” y su trasfondo racista sobre lo exótico, atrae turismo y fuerza de trabajo; esta fuerza de trabajo, para poder ingresar al mercado de la cultura, se reconstruye como sujeto multicultural; al hacerlo, esta población trabajadora consigue una manera de ganarse la vida y obtiene reconocimiento, sin embargo, pierde toda posibilidad de exigir algún derecho como trabajadores; las prácticas neoliberales en torno al trabajo flexible se entrecruzan con el discurso multicultural al crear categorías ancladas en la cultura, evitando de esta manera hablar sobre derechos laborales, es decir, obscureciendo las contradicciones estructurales del capitalismo, una de ellas la del trabajador libre de vender en el mercado su fuerza de trabajo. La reivindicación del concepto de proletariado, repito, se debe a su utilidad como brújula. El objetivo es evitar los atajos que nos llevan por caminos sin salida –la búsqueda de reconocimiento— y comenzar a dirigirnos hacia una crítica del capitalismo que tenga como base la relación entre trabajo y capital (Zamora 2016).[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]

13 La identidad nacional siempre es una referencia ambigua. La manera en que se construye depende directamente de las referencias al pasado y, puesto que el pasado es seleccionado de acuerdo a las necesidades del presente (Hobsbawm y Ranger 2012; Kedourie 2000; Williams 2000), es el contexto político y económico el que determina la forma que toma.
14 Contrasta este discurso de unificación con los conflictos históricos entre las poblaciones y administraciones políticas de ambos municipios. Los pobladores originarios de la región llamaban –algunos aún lo hacen— “Cholula” al centro del municipio de San Pedro Cholula, la zona en que únicamente vivían los blancos con poder político y económico. Con el discurso de unificación de “las Cholulas”, a esa zona que representaba el poder criollo, ahora se le presenta como muestra del legado de la cultura prehispánica Este tema será desarrollado a profundidad en otro momento.
15 Revisar nota en el diario El País “Guía malaya para identificar gais: “Van al gimnasio a mirar a otros hombres”” 13 de febrero de 2018.
16 Žižek establece una tipología del racismo para evidenciar las formas racistas que toman los principios multiculturales. En primer término, se refiere a un racismo descarado, aquel que de acuerdo a Etienne Balibar puede llamarse racismo clásico (Balibar 1991). Se trata del racismo desde el que se rechaza al Otro oponiéndolo los valores universales (occidental, civilizado, cristiano). En segundo lugar, llama racismo reflexivo a los juicios morales, políticamente correctos, con los cuales se señala el fundamentalismo de los pueblos “primitivos”, por ejemplo los Balcanes y las guerras étnicas ahí ocurridas. En último lugar, y este es el tipo de racismo que me interesa, se refiere como racismo invertido a aquellos actos de condescendiente celebración de la exótica autenticidad el Otro (Žižek 2012: 60).
17 De los danzantes a los que hice referencia solo Coyoltzin tiene escarificaciones. Él fue quien tuvo la idea de hacerse escarificaciones,
posteriormente otros danzantes de la zona comenzaron a imitarlo. La escarificaciones han probado ser una forma eficiente de atraer la atención del público y de generar una imagen de autenticidad en las actividades de los danzantes.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]

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